Epílogo.

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No importa cuantos años lleve en esta ciudad, si ya van a ser casi tres. Siempre hay lugares que jamás había pisado, llegando a creer que Tokio era un mundo totalmente aparte.

Calles abarrotadas, pubs y discotecas con gente en sus puertas ansiosos de entrar. La música que salía del interior de los recintos nocturnos se continuaban en las calles unas con otras.

Me abrace a mi misma, esa noche de año nuevo era particularmente fría. Estaba despejado dejando un cielo ennegrecido con puntos blancos que apenas se podían ver brillando por la contaminación lumínica. La chaqueta de cuerpo reposaba en mis hombros para brindarme calor, mi corto cabello cubría mi cuello pero, no era suficiente. Solté un ligero jadeó cambiando mi peso de una pierna a otra de pie en la esquina de la calle que Niragi me había dicho.

Había pasado medio año desde la primera vez que nos conocimos y desde ese momento se hizo cotidiano que él hiciera pedidos todos los días que trabajaba, lo veía seis veces a la semana. No puedo negar y decir que no me gustaba ir a dejarle comida, eso me permitía verlo.

Con el tiempo fuimos alargando nuestras platicas, pasamos de un "Hola, gracias por la comida" a un "¿Quieres ir por cerveza al final del día?". Habían pasado dos meses cuando me invito a nuestra primera salida y por supuesto no pude negarme.

En el transcurso de cinco meses de citas me di cuenta que era alguien serio con un humor ácido a la vez, pero sarcástico que lograba hacerme reír. Era inteligente, demasiado. Me contó de su trabajo y a lo que se dedicaba, también su accidente con el meteorito.

Al igual que yo, su corazón se había detenido esa vez.

Fue una sorpesa para él saber que me sucedió lo mismo, incluso nos enteramos que habíamos estado en el mismo hospital pero en diferentes edificios.

Era extraño, aún lo era. Sobretodo que a los dos años nos conociéramos por que había pedido comida en el restaurante ya que en el cuál pedía siempre había decidido no abrir ese día.

Eran miles de coincidencias, miles de caminos que se unían en uno solo.

Era emocionante, jamás fui creyente del destino... Pero esto siempre lograba hacer volar mi mente cada vez que lo repasaba.

—Hiyoco— volteó a un lado para ver al pelinegro acercándose con prisa, una camisa oscura abierta dejando a la vista una playera blanca. Su cabello corto y despeinado, su toque final era la perforación en su lengua que se podía ver cada vez que gesticulaba. Sonreí girando en su dirección— Lo siento, no había estacionamiento y tuve que dejarlo a unas tres calles abajo.

—No te preocupes. Adoró ser un muñeco de nieves.

Mordió su labio inferior soltando un quejido de lamento.

—Debes estar congeladote, perdóname, de verdad.

—Esta bien— negué divertida sin poder borrar mi sonrisa.

Paso una mano por su cabello antes de tomar mi mano y entrelazar nuestros dedos, una costumbre que tenía desde hace unas semanas. Sus dedos largos aferrándose a los míos con cierta timidez.

—Vamos, faltan veinte minutos para la media noche— me miró de reojo antes de comenzar a jalar de mi para que lo siguiera.

Trató de mantenerme cerca de él mientras cruzábamos el mar de gente, algunos alcoholizados y otros sobrios. Recibí uno que otro empujón haciéndome pegar más a la espalda de Niragi. Podía oler su perfume refrescante a esa distancia, era adictivo.

Mi estómago se contrajo, casi siendo estrujado por las emociones que me abordaron en ese instante. Todo en su persona me hacía temblar, incluso su olor. La forma en que sujetaba mi mano siempre aceleraba mi corazón, su forma silenciosa en la que me observa con atención cuando hablo, todo... Todo en él me hacía perder la cabeza.

FALLING▪︎2 [Suguru Niragi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora