Conversación.

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Paula

Tras decir lo que dije, busqué la mano de Pedri para sentirme segura y él me la agarró. Tras oírme mi padre estaba decidido a entrar, pero él no lo dejó pasar.

- Desde ahí. —dijo Pedri con tono firme y mi padre respiró profundamente—

- Se que no tengo ningún derecho a estar aquí.   —iba a continuar pero lo interrumpí—

- Exacto, no lo tienes. —suspiró y procedió a seguir hablando—

- Pero Ferrán no tiene nada que ver. No le conté nada, el nunca supo sobre ti hasta hace apenas unos meses. —tragó saliva, yo comencé a temblar y Pedri me apretó la mano—

- ¿Pretendéis hacer como si nada después de 19 años? A mi me crió mamá, sola. Y no tuviste ni siquiera la vergüenza de ir a su entierro.

Estaba al borde de las lágrimas, pero no iba a derrumbarme delante de él.

- Me enteré de su muerte y lo lamenté mucho.    —me miró y dio un paso para acercarse— Pero sabes, que ella nunca hubiera permitido que estuvieras sola, necesitas a Ferrán.

- No estoy sola, tengo a Pedri. —dije segura y pude ver como este último mencionado me miraba orgulloso de mis palabras—

- Me refiero a familia Paula, piénsatelo. —rozó mi brazo en señal de despedida y retrocedió en sus pasos— Sabes que Ferrán no tiene culpa, pero tú orgullo te impide reconocerlo. —sin más, se fue y Pedri cerró la puerta—

- No tienes que hacerlo si no quieres. —dijo el llevándome hacia el sofá para sentarnos—

- Quizás él tenga razón, pero me jode. —suspiré—
Ferrán creció con algo que a mi me negaron, el cariño de un padre.

Pedri suspiró y colocó un mechón de mi pelo detrás de mi oreja.

- Puede que yo esté enfadado con Ferrán ahora, pero tengo que admitir que no tiene la culpa de eso. —frunci el ceño— Vamos, dale una oportunidad.

- Para ti es muy fácil, tú creciste con tu hermano. Yo crecí sola con una madre enferma. —me puse a la defensiva y me fui al baño para darme una ducha—

Lo escuché lamentarse pero lo ignoré, no quería saber nada de nadie ahora. Me quité la ropa y llené la bañera para acostarme en ella. Al cabo de unos minutos escuché como se habría la puerta, había espuma en el agua así que no se me veía nada.

- Estoy desnuda, sal de aquí Pedri.

- No me iré hasta que admitas que te has enfadado por no tener razón. —dijo el sin mirar a mi dirección pero apoyado en la puerta que había cerrado tras él—

- No voy a admitir nada. Pero si quieres quedarte, quédate. —me levanté de la bañera y quité el tapón para abrir la columna de la ducha para que el agua cayera desde arriba, ahora si se veía cada parte de mi cuerpo y pude oír como él aclaraba su garganta—

- ¿Qué pretendes, morena? —dijo acercándose. Bueno, al menos ahora no me ha llamado por mi nombre.—

- ¿Yo? Nada que tú no quieras. —comencé a pasar mis manos por mi cuerpo expandiendo la espuma— ¿No vienes, canario?

Un amor por casualidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora