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Giovanni notó desde lejos el gran bolso oscuro entre la montaña de estos, pero él pudo distinguirlo fácilmente gracias al escudo de boca que estaba bordado en la manga (cortesía de su padre)

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Giovanni notó desde lejos el gran bolso oscuro entre la montaña de estos, pero él pudo distinguirlo fácilmente gracias al escudo de boca que estaba bordado en la manga (cortesía de su padre).

—¡No podés, loco!

Fue el grito irritado que soltó cuando sin una mínima pena, apenas iba a agarrar su bolso, más de estos fueron tirados arriba. ¿Como es que no había alguien que amablemente los ordenara? Las películas lo engañaron, claro está. 

 —Buenas. — saludó un muchacho de ojos marrones que le sonreía mostrando sus dientes. —Jodeme que enserio es tu primera vez en un campamento. 

—¿Tanto se nota? — prefirió no tomarse a mal el comentario del desconocido, pues tenía suficiente con su situación. 

—Era una sospecha en realidad. Lo suponía porque si no, hubieras agarrado tu bolso antes de que tiraran todos los otros. — el chico, quién era solo un poco más bajo que él, señaló con diversión la montaña frente a ellos. —Uh, me olvidé de presentarme. Me llamo Benjamín, pero decime Benja. 

Sinceramente el joven Paredes pensaba que el muchacho debía ser muy social. A él le daría vergüenza acercarse como si nada, pero al menos consiguió un amigo en tiempo récord. Suficiente para presumirle a su tío que siempre le molestaba con que no había sacado lo "extrovertido de su madre". 
Giovanni nunca lo conoció, pero su familia cada tanto habla de un tal Paulo, y él, con catorce años, dejó de ser un boludo

Sin embargo, sacó ese pensamiento de lado, y pareciendole lógica aquella suposición de su nuevo amigo, juntos intentaron sacar el bolso, pero literalmente parecía imposible. ¿Qué carajos traían estos chicos de hoy en día? 

Hasta que después de unos segundos pensando en algún plan para tomar lo que le correspondía, un adolescente con rostro inexpresivo y de piel morena busco su bolso entre los tantos que había, sacando uno de color celeste chillón cómo si nada, y colocándolo sobre su hombro dispuesto a irse seguramente al comedor.

—¡Che, vos!— gritó el alfa con sus manos cerca de su boca para fingir que es un megáfono.  —¡Sí, el de la fuerza como para romperle la pierna a Haaland!, ¿Nos ayudas?

El adolescente, que percibiendo por su aroma, compartía casta con los dos muchachos, pareció pensarlo un poco y luego asintió. Fue hacia el dúo, y mientras le pedía al más bajo que sostuviera el propio bolso, él veía cuál era el de Giovanni; logrando sacarlo, literalmente, de un tirón. 

—Gracias. Te juro que entre los dos no lo podíamos sacar.  

—No importa, Maxi. Igual gracias a mi viejo tengo un poco de fuerza.

—No me llamo Maxi. — corrigió el de ojos claros observando confundido al chico con fuerza, pero no por la equivocación, si no por la mueca de intriga que apareció en su rostro ante la confesión. 

JUEGO DE GEMELOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora