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—¿Por quién verga dejaste a tu alfa?

—¿Por quién verga dejaste a tu alfa?

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—Lea, mira. — comenzó Dybala después de un denso suspiro al oír la pregunta ajena. —Los dos éramos unos pendejos, capaz más vos que yo. Teníamos nuestro carácter, un temperamento muy fuerte, dijimos cosas que fueron muy...Hirientes. — explicó el mayor mordiendo levemente su labio inferior. —Asique no lo pensé; hice las valijas, agarré el primer colectivo que me llevara lejos y...Vos jamás viniste por mí.

—No pensé que querías que lo hiciera. — respondió Leandro cruzado de brazos; no se sentía capaz de hacer algo más que escuchar a quién alguna vez fue suyo.

—Lo sentiste por el lazo. Sentiste mi dolor, el de nosotros.

—Ninguno hizo nada. — se excusó el alfa.

—¿Qué querías que hiciera si todos los medios decían que estuviste con alguien y encima vos no decías nada? Sos un cara rota, Leandro. Me dejaste cómo un pelotudo frente a toda la Argentina.

—¡Me tiraste un trofeo, la concha de tu madre!

—¡Y vos me dijiste trola, pedazo de gato! Pienso que esa fue una razón más que suficiente.

—Mi lobo sufrió por años la separación...

—Casi me muero por vos. — exclamó aferrándose a la tela blanca de la mesa, buscando contención al sentirse agobiado por las feromonas en el ambiente.

—Tenés razón, Paulo. Yo era muy joven, la verdad que ser conocido en cualquier tipo de contexto hizo que la fama se me subiera a la cabeza.  — explicó Paredes desviando la mirada hacia donde el dúo de alfas miraban con atención en su dirección. —Me sentía un ganador, y vos parecías tan maduro para tu edad que creí que ya sabías lo que mi mente pensaba.

—¿Pero que va a ser el boludo, un psíquico?— se escuchó un murmuro de Joaquín destinado a Martínez, que observaba atento como si fuese su novela de las seis.

—No importa, Lean. Pasó hace tanto que ya no hay que darle bola a ese tema. — el omega le restó importancia, dándose cuenta al bajar la mirada el imperceptible movimiento de sus manos ante los nervios.

Un pequeño tic que creyó que con los años, superó.

—Paul-

—Mejor disfrutemos de nuestros hijos y organicemos todo. ¿Te parece?

Sin embargo, el alfa se mantuvo en silencio más tiempo del esperado, pensando si realmente valía la pena quedarse callado y acatar el pedido de su destinado.
Aún así, cedió. Sabía que abrió la boca demás y era lo mínimo que podía hacer para remediarlo.

—Si, dale.

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JUEGO DE GEMELOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora