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Más vale que su progenitor actuara y rápido, porque si no, las cosas podrían salirse de control.

Leandro aún no se rendía.

A pesar de que dentro del gran hotel no lo encontró, él sabía que no fue su imaginación.
Por ello, ahora caminaba alrededor del área de la piscina, mirando atento a las personas que coincidan con las características de su ex esposo: Bonito, cabello castaño, y morocho por el Sol.

Pero claro, en medio de su búsqueda, se encontró con sus suegros.

—Leandro, hasta que te encontramos. — dijo la fémina abrazada al brazo de su esposo.

Aunque la pareja hablara y hablara, no le hacía caso a las palabras de ellos. Al menos, no desde que en su visión, se encontró con una figura tan conocida para él; Paredes sabía que era Paulo, lo sabía porque su lobo aullaba emocionado al percibir esas feromonas afrodisíacas que se mantenían en su mente como una caja fuerte.

—Este hotel va a ser genial para el casamiento. — exclamó Miguel señalando todo a su alrededor.

—Tenés razón, es hermoso. — la única fémina le dio la razón a su esposo, y luego miró a su yerno, esperando la respuesta. —¿Que pensas vos, Leandro?

—Enserio lo es. — coincidió con los contrarios, aunque parecía ser que se referían a cosas completamente diferentes.

La sonrisa de tonto se notaba mucho más al ver cómo se colocaba las gafas de Sol cubriendo los jade que tenía por ojos. Pero era obvio que Dybala no se quedaría ahí, y está vez debía aprovechar el momento.

—Discutimos todo después, ¿Dale?— Leandro cortó rápidamente cualquier signo de conversación, dejando con la palabra en la boca a sus suegros.

Con la mirada puesta en la figura del omega a quién hacia años no veía, comenzó a caminar con tal de acortar la distancia entre ellos. Claro está que a su vez, pedía disculpas por chocar a personas que solo disfrutaban del día.

—¡Eh! ¡Pedí perdón al menos!— se quejó un beta que también fue empujado.

Pero Paredes solo respondía al aire, pues su objetivo era llegar al cordobés que caminaba alejándose de él.

Hasta que en un momento, llegó a la zona dónde estaban las reposeras a solo centímetros de la gran piscina, chocando accidentalmente con la de Lautaro quién solo le gritó un insulto que muy poco le importó al de ojos cielo.

—¡Lean! ¡Cuidado!— escuchó que Rodrigo le advirtió desde su asiento.

Pero fue muy tarde, pues cuando iba a voltearse para ver a su mejor amigo, se resbaló con el mármol mojado, cayendo de lleno al agua por no mantener el equilibrio.

—Fotito para el insta. — bromeó Correa volviendo a acomodarse en su silla al ver que no ocurrió nada grave.

—El amor lo pone boludo. 

JUEGO DE GEMELOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora