Capítulo diez.

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—¿Qué es, Yeon? —preguntó el oji-miel con curiosidad mientras él y Yeonjun bajaban las escaleras que daban hacia el sótano, éste le había cubierto los ojos con un pañuelo y le sostenía por la cintura, guiándolo escaleras abajo para que no fuera a tropezar con algún escalón.

—Ya te dije que es una sorpresa, serafín, no debes espiar. —murmuró el castaño en su oído—. Ya verás cuando estemos abajo. —dijo nuevamente, deteniéndose frente a la otra puerta, ahora la que daba acceso hacia la habitación que era el sótano.

—Está bien. —dijo el chiquillo, sonriendo levemente todavía con los ojos vendados y pudo escuchar cómo Yeonjun abría la puerta, después tiró de él de forma suave para que entrara y volvió a cerrar—. Yeon, no puedo caminar tan rápido. —dijo, riendo bajito y sonrojándose bajo el pañuelo al recordar la causa de su espalda baja y caderas doloridas; Yeonjun también se rió entre dientes, dejándole un beso sobre la comisura de la boca.

—Bueno, acepto la culpa. —dijo el oji-azul, sonriendo de lado y se quedó de pie detrás de Beomgyu para deshacer el nudo del pañuelo y lo sacó de su rostro—. Abre los ojos. —le pidió, parándose ahora a su lado.

—Yeon... —apenas murmuró el rizado al ver la sorpresa y sin saber qué más decir porque no era nada más ni nada menos que el hombre del internado, estaba amordazado y atado a una silla que no se veía muy cómoda.

—Este tipo, serafín, es el mismo que te hacía cosas horribles en el internado y lo traje para ti, ¿recuerdas a la bruja? Aquí la tienes y también tienes la oportunidad de quemarla. —le explicó Yeonjun, tomando su rostro entre sus manos y lo observó fijamente por un momento, dejándole un beso sobre la frente.

—Pero, ¿hacer eso no me hará malo? —preguntó el oji-miel con cierto temor, observando a Yeonjun.

—Claro que no, tú eres el mejor niño del mundo... Solamente le darás su merecido, entiéndelo, serafín, lo merece. —dijo el castaño, observándolo igualmente y al fin Beomgyu asintió levemente porque Yeonjun tenía razón, ¿verdad? Yeonjun nunca mentiría y siempre tendría la razón, claro que sí—. Muy bien, cariño, dile a éste desgraciado qué parte odias más y por qué. —ordenó, alejándose de su pequeñín para dejarle libre el espacio y éste lo miró un momento, asintió después y se volvió hacia el tipo.

—Odio tus ojos porque me observabas todo el tiempo. —murmuró el chiquillo, arrugando levemente las cejas mientras escuchaba los quejidos del hombre que eran ahogados por la mordaza en su boca.

—Perfecto, ahora puedes hacerle daño a sus ojos. —dijo el oji-azul desde una silla en que se había sentado, la cual estaba en un rincón y desde ahí podía ver todo; Beomgyu observó las cosas que estaban sobre la mesa de al lado y tomó uno de los muchos alfileres que habían en un pequeño tazón, respiró profundo antes de perforar con el alfiler el ojo izquierdo del tipo y después se alejó al escuchar los lamentos que eran silenciados por la tela—. ¿Algo más? —preguntó, observando todo.

—También odio tus manos porque trataste de tocarme. —volvió a murmurar el rizado y por alguna razón se sentía bien hacer aquello, aunque sabía que estaba mal se sentía bien y tomó un alfiler más, se arrodilló y lo incrustó en la punta de uno de los dedos del hombre, escuchando más lamentos y quejidos ahogados.

—¿Es todo? —preguntó nuevamente el mayor y miró cómo Beomgyu asentía suavemente, levantándose del suelo y seacercó hasta él—. Está bien. —dijo y rodeó su cintura con el brazo derecho, palmeó su regazo un par de veces con la mano izquierda para que se sentara y Beomgyu, como el niño obediente que era, se sentó.

—¿Le va a suceder otra cosa? —preguntó el oji-miel, observando a Yeonjun.

—Ellos se encargarán de él, serafín. —dijo el castaño, refiriéndose a un par de hombres que estaban al fondo de la habitación—. ¿Tienes hambre? —preguntó luego.

──  𝓗𝖾 𝖨𝗌 𝖺𝗇 𝓐𝗇𝗀𝖾𝗅  世'✿ 𝗬𝗲𝗼𝗻𝗴𝘆𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora