Capítulo uno.

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—No, no quiero ir ahí... Me ponen demasiadas inyecciones, mamá, por favor... —gimoteó entre sollozos y lágrimas el chiquillo de ojos miel y rizos.

—Beomgyu, es por tu bien. —dijo la mujer, casi arrastrando al chiquillo—. Y te dije que dejes de llamarme "mamá", sabes que no soy tu madre biológica. —acusó de nuevo, empujando las puertas de cristal para entrar al internado con Beomgyu, el cual no dijo nada más y simplemente se dedicó a sollozar bajito, tratando de que la mujer no lo escuchara mientras se dirigía hacia la recepción y confirmaba la cita para dejarlo ahí una semana más, otra semana infernal.

—¿Eh? —preguntó confundido el oji-miel, su no madre le había hablado pero él no supo qué había dicho.

—Dije que vendré por ti en una semana, como siempre lo hago. —repitió la mujer; Beomgyu nada más atinó a asentir mientras su vista se nublaba de nuevo y en su ya acostumbrado acto nervioso, se puso a arañar su brazo izquierdo con su mano derecha, dejando así varias líneas rojizas en la piel.

—Vamos, Beomgyu, a tu habitación. —le pidió la recepcionista detrás del escritorio y después volvió a su trabajo; Beomgyu caminó a través de un largo pasillo hasta llegar a la que ahí era su habitación y apenas se metió en ella logró ver que la ventana que siempre estaba cerrada con seguro ahora estaba abierta, esa era su oportunidad perfecta.

Beomgyu caminó lentamente desde donde estaba parado hasta la ventana, siempre vigilando que nadie entrara y cuando por fin asomó la cabeza a través de la ventana se aseguró de que no había nadie afuera y fue entonces cuando salió por ahí, y corrió sin detenerse hasta llegar a una especie de estacionamiento detrás de un edificio enorme, caminó sigilosamente, observando siempre que nadie lo estaba siguiendo, y cuando estaba caminando mientras volteaba hacia atrás, se estrelló con alguien, eso le hizo tambalear y casi caer al suelo, hubiese sucedido de no ser por una enorme mano que abarcó su brazo derecho y lo mantuvo de pie, sea quien fuese le había salvado de caer pero igual esa mano tan grande le causaba escalofríos y le daba la impresión de que si obtenía un sólo golpe de ella moriría.

—Oye, niño, ¿estás bien? —preguntó una voz medio ronca y fue hasta entonces que Beomgyu subió la vista, observando por primera vez al hombre castaño, de ojos azules y barba recortada dueño de esa voz, y de esa mano, el hombre más lindo que había visto jamás y el más atemorizante también, pues era como veinte centímetros más alto que él, tal vez el doble de su persona en puro músculo y tenía una expresión de enojo; Beomgyu sólo pudo asentir—. ¿De dónde vienes? Te vi correr desde que llegué a buscar mi auto. —preguntó, todavía sin soltar el brazo del chiquillo.

—Yo, salí del internado a unas calles de aquí... No quiero ir ahí, por favor, no me entregue. —dijo el rizado mientras las lágrimas comenzaban a resbalar nuevamente sobre sus mejillas, de verdad no quería regresar ni al internado ni a su casa.

—Hey, está bien... ¿Por qué huiste? —preguntó tranquilamente el castaño, borrando la expresión de enojo de su rostro.

—Porque me ponen muchas inyecciones, me hacen tomar muchas pastillas y un tipo me observa mientras me baño, no me gusta estar ahí. —le contó el oji-miel.

—Bueno, entonces te llevo a casa. —le sugirió ahora el oji-azul.

—No, tampoco quiero ir ahí... Mi mamá no es mi mamá biológica, me adoptaron desde que era un bebé y ellos dicen que tengo depresión*, así que desde siempre me llevan al internado dos veces al mes... Bueno, dos semanas por mes. —murmuró el chiquillo, conteniendo las lágrimas.

—¿Cómo una cosita tan bonita como tú tiene que pasar por todo eso? —preguntó irónicamente el hombre, soltando finalmente el brazo de Beomgyu para ahora tomar su mentón entre sus dedos, observándolo fijamente; Beomgyu se sintió chiquito bajo la mirada de ése señor.

──  𝓗𝖾 𝖨𝗌 𝖺𝗇 𝓐𝗇𝗀𝖾𝗅  世'✿ 𝗬𝗲𝗼𝗻𝗴𝘆𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora