Capítulo doce.

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—¿Quieres ir a casa o quieres ir a comprar algo? —preguntó Yeonjun, admirando los deditos de Beomgyu sobre sus propios nudillos mientras sus manos estaban juntas al salir del edificio; Beomgyu lo meditó por un momento.

—¿Podemos tomar un helado, Yeon? —preguntó el rizado y sonrió levemente, observando a Yeonjun.

—Sí, claro, serafín. —afirmó el mayor, y le dejó un beso sobre los rizos antes de abrir la puerta del auto para él y le dejó subir del lado del copiloto—. ¿Hacia qué heladería? —preguntó después de encender el motor, gruñendo después de un segundo al recordar que Beomgyu le había dicho que él no salía a ninguna parte antes de ir con él.

—No lo sé... Creo que no conozco ninguna pero una vez cuando me porté bien en el internado una mujer me regaló un vaso de helado de menta. —recordó el oji-miel, observando hacia el frente y después volvió a la realidad, luego de un escalofrío, recordando que ahora estaba con Yeon y no más en ese lugar.

Yeonjun estaba agradecido de que Beomgyu no se enojara, y que ni siquiera tocara el tema de su mente olvidadiza en ciertos aspectos, pero también cayó en cuenta de algo que Beomgyu le había dicho, en concreto la mención del portarse bien, ¿qué acaso era un mal portado o travieso? Sabía que no sabía tanto sobre Beomgyu pero sintió intriga en ese momento.

—¿Te portabas mal, serafín? —preguntó el castaño con intriga mientras giraba el volante para retomar la carretera, tratando de ganar algo de tiempo en lo que pensaba en algún buen local de helado.

—Bueno, no lo sé... Sólo que a los empleados no les agradaba tener que cuidarme, nunca me lo dijeron a mi pero escuchaba las conversaciones que tenían detrás de la puerta de mi habitación. —murmuró el menor, bajando la cabeza mientras jugaba con el dobladillo de su falda, enterrando allí sus uñas para evitar arañar su brazo—. Decían... decían que yo era raro y también se enojaban porque no me gustaba tomar las medicinas, además escapé muchas veces cuando trataban de ponerme inyecciones... Me escondía en la bodega de limpieza pero al final siempre me encontraban y, no me gustaba que ellos me gritaran ni que me inyectaran, las que más dolían eran las del cuello. Esas me daban sueño y casi siempre me las ponía una enfermera al inicio de su turno, me dejaba en mi habitación y cuando despertaba ya era hora de la cena. —terminó de relatar en voz bajita, sintiendo que el agua se acumulaba en sus ojos.

Yeonjun bufó y respiró un par de veces, pensando que especialmente ella era una hija de perra, ¿cómo diablos se atrevía a dar inyecciones para dormir a su niño? Era basura que lo drogara para evitar hacer su trabajo, y todo el mundo era basura especialmente.

—No llores, cariño. Tú sabes que eres el mejor niño del mundo, ¿cierto? —dijo el oji-azul, tratando de animarlo mientras buscaba un lugar para estacionarse y ni siquiera sabía hacia qué lugar había girado, parecían edificios y construcciones abandonadas pero había un estacionamiento y eso era suficiente, así que estacionó ahí; Beomgyu sorbió y asintió levemente, todavía sin levantar el rostro mientras seguía jugando con la tela de la falda—. Ven acá. El mundo es basura, ¿sabes? Tú no eres raro... Yo disfruto de cuidarte, hay algo malo en todos ellos y no sé qué diablos decirte. Ahora estoy bastante enojado, ¿podrías creerlo? —dijo hacia Beomgyu, limpiando las lágrimas de sus mejillas ahora que lo había jalado hasta su regazo y también, ahora que lo tenía enfrente y más cerca de sí, le dejó un beso sobre la frente.

—¿Estás enojado, Yeon? —preguntó con preocupación el chiquillo ante la afirmación de Yeonjun, apretando un poco los párpados para escurrir el agua que quedaba en sus ojos; Yeonjun lo observó por un momento antes de rodear la cintura de su pequeño con un brazo para acercarlo aún más y recostó su cabeza sobre su pecho, le reconfortó sentir que su niño lo abrazaba.

──  𝓗𝖾 𝖨𝗌 𝖺𝗇 𝓐𝗇𝗀𝖾𝗅  世'✿ 𝗬𝗲𝗼𝗻𝗴𝘆𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora