VIII

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Pasaron unos minutos luego de eso, en los que pudo ver más movimientos curiosos de sombras.

Sus rodillas inquietas y su creciente curiosidad la llevaban a querer verlos, tal vez si solo levantaba un poco la vista podría ver una parte de sus rostros sin que ellos lo notasen, después de todo solo estaban interesados en el hombre a su lado.

El aire era fresco, no se sentía el calor de un atardecer de verano sobre su espalda y las sombras ya no se alargaban, sino que se desvanecían, pero ella no lo notó. Ya no sabía si seguían conversando, ya no le interesaba la mochila, solo quería ver quiénes eran los hombres frente a ella y su mirada ascendente se detuvo al ver el mentón de uno, se le heló la piel cuando por el rabillo del ojo notó que el que estaba más a la derecha la estaba viendo.

Su sensación de seguridad desapareció al ver el rostro del desconocido, su pecho dolía, le faltaba el aire y ante el deseo de arrodillarse solo pudo arquear su espalda.

Esto no pasó inadvertido por alguno de los presentes, cuando el hombre al lado de la niña quiso agacharse para ver qué pasaba alguien interrumpió el silencio y negó su propósito forzándolo a ponerse en guardia.

—¿Por qué viajas tú con esa niña? —dijo con firmeza aquel que intercambió miradas con la niña. Dio un paso adelante al sacar sus dagas y su accionar solo sorprendió por un instante a los otros dos, dando un permiso tácito a lo que hacía.

El señor abandonó su guardia y viendo al hombre con quien antes estaba hablando le hizo una serie de señas.

—Ella solicitó mis servicios y ahora viaja conmigo en calidad de protegida —dijo para  luego sostener con una mano el costado de su pierna derecha.

—La última vez que la vi, ella estaba con sus padres e iban en esta dirección ¿qué pasó con ellos?

—Esa es una historia que aún no he oído.

Ante esta respuesta, el hombre a la derecha del grupo retrocedió e intercambió señas con el hombre entre ellos.

—Penitente, tu reputación aún persiste en la memoria de nuestra familia y ha de haber motivos que guíen la falta de mi hermano en sus palabras— dijo el hombre con quien antes intercambió señas —siendo así, entre los grandes nombres de nuestros relatos los padres de esta niña se han ganado un lugar y así es como le ofrezco una invitación en mi nombre a tomar resguardo bajo nuestra ala y ser bienvenida a nuestro hogar.

—No es mi decisión —dijo mientras se agachaba a ver cómo estaba la niña.

Él antes apenas había podido ver que la niña tenía un ataque de pánico, pero ahora podía tratar de calmarla.

El pecho de la niña ya se había calmado y el dolor se desvanecía, pero el nudo en su garganta aún persistía junto a leves temblores en sus piernas. No quería levantarse, solo quería ver el suelo, así estaba mejor. El suelo siempre estaba ahí, estable y eso no iba a cambiar, aún era de día.

Había vuelto a olvidar y vio que las sombras ya no estaban, al igual que la luz.

Un viejo sueño (En proceso...)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora