VI

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—Hora de irse.

—Es de noche —dijo la pequeña mientras divagaba entre conciliar el sueño y el porqué de que la haya despertado de noche.

Los suaves sonidos de los pasos del hombre ante ella le mantuvieron despierta lo suficiente como para percatarse de la ligera iluminación en el ambiente, y la falta de fatiga en su cuerpo confirmó que no era de noche.

Al levantarse del viejo colchón y tras recoger sus cosas se dirigió a él con la chaqueta en mano, deteniéndose en seco al ver su brazo. No eran las cicatrices lo que captó su atención, ya había visto muchas de esas e incluso ella tenía algunas; tampoco eran los tonos que no iban en contraste con el de su rostro o la poca presencia de vello en él. No, de entre todo lo que pudo haber llamado su atención, fue la cosa que se asomaba por un lado de su brazo derecho lo que lo hizo.

Una oscura costra cubría una zona a la que difícilmente llamaría regular, ella había visto muchas antes y esa no parecía una costra normal. Se supone que las costras marcan un relieve con el resto de la piel circundante y están ubicadas solo sobre la herida, pero esto era diferente. Esa cosa negra parecía estar hundida bajo su piel, casi como si la piel fuese su costra y esa cosa negra y viscosa sea en realidad su verdadera piel, como si algo se hubiese puesto la piel de un humano.

—Gracias —alcanzó a decir al notar que se había congelado frente a él—«se dio cuenta», pensó.

—Todo tiene su precio, niña. El río está cerca.

Los restos visibles de grandes edificios quedaban atrás, las casas precarias que se aglomeran en las laderas de los cerros son ya difíciles de distinguir y el camino dejó atrás el asfalto para cambiarlo por trocha. Las casas ahora son habitadas por apacibles seres en busca de humedad presente en la cercanía mientras invaden los cimientos y deforman las construcciones a su caprichoso antojo.

El caudal se ve enormemente reducido a comparación de la aparente capacidad máxima de este, ya que la ribera carcomida deja ver edificios colapsados a la mitad y sus restos decorando el lecho.

«Ya ha disminuido mucho. Falta poco para el final de la temporada... habrá desborde», pensó él.

—¿Aún te queda agua?.

—P-poco señor, p-pero tengo galletas y una lata de conserva.

—El ruido del río oculta nuestra conversación. Solicitaste ayuda ¿Qué das a cambio?

—N-no tengo mucho, s-solo este collar y galletas.

—Podría aceptar el collar, pero su valor para un comerciante como yo es menor al peso que agregaría en mi espalda.

Tras meditar infructuosamente un momento sobre qué decir, decidió proseguir con la conversación.

—Soy un comerciante que prefiere la información y disfruto en particular de las historias antes que las especias, no hay nada mejor para compartir en una buena charla.

—C-conozco algunas... ¿P-podría darle algunas a cambio del viaje?

—Te propongo esto niña: te permitiré acompañarme, pero cuando lleguemos a un pueblo que te agrade te dejaré ahí.

—B-bien, g-gracias.

—Si algo se pone difícil nuestro acuerdo se termina, no tengo intenciones de pasar mis últimos momentos como niñera, ¿Alguna cosa que tengas que decir?

—N-no creí que pudieras hablar tanto.

—Hay muchas razones, de las que conozco solo necesitas saber una: prefiero el silencio de mi respiración al andar.

—P-pensé que no podía escucharlo porque hablaba bajo y usaba esa bufanda, p-porque ellos son sordos y ¿S-si los demás necesitan ayuda?, n-no podrían hablarte si no saben que estás ahí, ¿O-o si necesitan comerciar?.

—De repente aflojaste la boca y respecto a lo que dijiste, no tengo la obligación de ayudar a otros y menos aún involucrarme en sus asuntos, ¿De qué clase de comunidad vienes?

—M-mi p-padre decía que si alguien necesita ayuda y tú puedes hacerlo, entonces deberías ayudar. L-las devotas le decían a los niños que todos necesitan ayuda, a-así como yo.

—Acaba de comer esa galleta y vámonos. Lo olvidaba, trata de no tropezar al caminar, me distraes.

—¿V-vas a dejar de hablar cuando salgamos de aquí?

—Sí y si no puedes hacer lo mismo, entonces modera tu voz. No quiero persecuciones.

—T-tú no hablas mucho.

—Salgamos de esta ciudad, que soy malo con los diálogos.

Un viejo sueño (En proceso...)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora