IX

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—Bebe un poco de agua —le dijo el hombre con quien había estado viajando, sacándola de su burbuja —Esto te calmará —afirmó él ante la quietud de la pequeña.

Bebía el agua y aún se negaba a levantar la vista, pero era extraño, ella no sentía que fuese por la orden que le dio su compañero. Así lentamente el nudo en su garganta se fue sin que ella lo notase, solo tenía la sensación de haber olvidado algo.

—Estos hombres te han dado la bienvenida, no tienen un lugar fijo, pero siendo parte de su familia estarás protegida. Así habré cumplido el acuerdo y me iré.

La sugerencia desplazó a la brisa y el silencio afirmó su presencia, como un gesto de amabilidad a la confundida niña.

—La desconfianza merodea a través de la duda en su corazón. Si no somos dignos de su compañía, en su corazón habría de persistir la añoranza de un incierto futuro distinto al que poseería si no hubiera venido con nosotros —dijo el hombre al medio del grupo.

Siendo que no había respuesta por parte del autoproclamado protector de la niña, decidió continuar, contemplando el avance de la tarde y su estricta apreciación del tiempo.

—Un corazón roto y un alma herido es tan caprichoso como los eventos que le llevaron a ello y ella ya ha elegido a su guía.

Una vez dicho esto se giró hacia sus acompañantes e intercambió señas con ellos. Después de voltear hacia el hombre y la niña, se despidió con una seña en su corazón, ojos y frente, seguido de sus compañeros.

La niña ya había podido erguirse y después de que el hombre a su lado le hacía un gesto al otro grupo que a ella se le hizo conocido, pudo notar que ellos se iban, rodeándolos para luego desaparecer tras las ruinas y la vegetación.

—Tómate tu tiempo, aún tengo agua. Bebe despacio —dijo él mientras ella sentía que volvía a respirar.

—G-gracias.

Un viejo sueño (En proceso...)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora