El infortunio que creó un ser roto

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En ocasiones, las elecciones caprichosas del destino son algo más allá que crueles.
Parecen artimañas de un designio ensañado y existente bajo el concepto de hacer sufrir a una sola persona inocente, qué, ajena a todas las razones inexistentes que se ensañan con su dolor, solo hace lo que mejor puede para sobrevivir y superarse. 

¿Y qué probabilidades hay de que dos personas rotas por las mismas razones acaben viviendo en el mismo país, la misma ciudad, la misma calle, con sus casas una junto a la otra?
Cuando se piensa en una persona destinada para ti, definitivamente no se siente que se refiera a alguien con tus mismos dolores; dolores que a nadie Wheein ha enseñado en más de 3 años. Horrores que carga solo consigo misma, cada día una paso a la vez.

Mientras analizaba todas las cartas puestas sobre la hipotética mesa de lo que tenía con Moon ByulYi, llegó a la conclusión de que si bien una extraña serie de casualidades las unía, poco o nada tenía que ver con la casi sobrenatural química sexual que compartían. Más allá de las sábanas cubiertas en sudor y otros fluidos de su habitación, no había mucho en lo que hubiera descubierto ser afines ¿verdad?

Esa era una gran mentira consigo misma.

Música, canto, elección en hobbys, incluso el sentido del humor.
Era como si su subconsciente supiera que alguien tan buena no es real, o cuando menos de serlo no podría ser tan fácil tenerla como suya así de ofrecida en bandeja dorada.

Dio un último trago a la copa de vino rosa que había servido varios minutos atrás para acompañar la lectura de una vieja novela que llevaba tiempo sin leer en medio de sus largas vacaciones, y mientras tanto también dedicaba buenos instantes a darle un vistazo fugaz a la camiseta blanca bien doblada en el lugar junto a ella en su sofá.

Temía tenerla cerca; olerla. Sentirla. 
Parecía un poco más real cada que lo hacía el saber que en contadas horas indeterminadas ese magnífico espécimen que era ByulYi tocaría a su puerta y se entregaría en voluntad propia a su merced; con esa sonrisa ladina y coqueta, los ojos brillantes color negro y seguramente trayendo su cabellera negra despeinada salvaje-mente sobre sus hombros.

Esta vez sus ojos se detuvieron contra el reloj de la pantalla de su teléfono. 12:56 de la noche; hacía muchas horas se encontraba sola, hurgando entre todos sus pasatiempos la excusa para no dejarse dormir; TV encendida con el volumen alto, luces encendidas en el pórtico. 

Entonces lo escuchó. El sonido característico de los pasos subiendo por sus escaleras de madera. Rápidamente dio dos zancadas largas hasta el baño contiguo al cuarto de lavado, que aunque no era su preferido para usar, si estaba dotado con un espejo y algunos productos de cuidado de la piel en caso de tener mucha prisa para acudir a su tocador. 

Wheein apreció su reflejo en el espejo nerviosamente, mejillas rosas producto de las ansias; aplicó con toques repetitivos de su dedo medio un poco bálsamo labial en su labio inferior, una discreta ráfaga de perfume contra su torso y justo a tiempo para escuchar la puerta sonar al ritmo de un toc-toc. 

—¡Voy!— Contestó yendo rápidamente al living

Usaba un par de shorts deportivos color negros que apenas cubrían lo suficiente sus glúteos y una camiseta negra, la cual inmediatamente se cambió por aquella color blanca dejada de anticipo en el sofá. Un último vistazo a su apariencia en el reflejo del cristal de la ventana y finalmente abrió. 

Tan amplia era su sonrisa, inmediatamente se borró.

Quien estaba del otro lado era Hyejin, que en su mano traía una gran botella de champagne; vio por encima de su hombro al motivo de sus ansias. ByulYi iba con jeans, una camisa de mangas largas roja y sobre ésta un saco de vestir negro. A juzgar por el maquillaje discreto y lo prolija de su cabellera en combinación con el hermoso vestido de cóctel de Hyejin, venían juntas de algún lugar, y sin embargo la expresión de ByulYi era severa y cansada.

Secreta OBSESIÓN ▪︎WheeByul▪︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora