1. El lamento de un abandono eterno

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En el crepúsculo de mi alma doliente,
cada noche siento la muerte latente,
mis lágrimas, como gotas lúgubres, caen,
anhelando cesar, no seguir más allá.

No hay castigo más atroz y cruel,
que este tormento sin tregua ni ciel,
preguntas sin respuesta me agobian,
en mi ser, la desesperanza se ensancha.

Prometiste estar en mis horas más grises,
mas ¿Dónde reposas cuando más te preciso?,
en el abismo profundo de mi desdén,
te imploro, te clamo, ¡no te ausentes, por favor!

Mis brazos exhiben heridas que claman,
auxilio y compasión, un respiro que sanan,
mi mente ruega pausa, por piedad, ¡detente!,
cesa este abandono, este cruel desencuentro.

¿Acaso todo esto no es más que un mal sueño?,
si así fuese, despiertemos, de este yermo ensueño,
rompamos las cadenas del dolor que nos aprisionan,
y, en un renacer liberado, el amor avivemos.

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