10. Alma ardiente

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Sabías mis puntos débiles, maldita ser vil,
jugaste con ellos, mi dolor fue tu festín.
Con fría astucia, planeaste mi desgracia,
disfrutando en cada instante de mi desdicha.

Tus ojos malévolos, reflejaban gozo oscuro,
al ver cómo mi mundo caía en un abismo impuro.
Con saña despiadada, aprovechaste mi fragilidad,
te regocijabas con mi sufrimiento, sin piedad.

Tus palabras afiladas cortaron como dagas,
hiriendo mi alma con su veneno sin traba.
No había límites para tu desprecio y crueldad,
manipulaste mis debilidades con avidez voraz.

Pero recuerda, aborrecible ser sin corazón,
el odio que siembras, un día será tu perdición.
Pues mi espíritu se yergue con fuego y pasión,
transformando tu veneno en pura redención.

Con cada herida que infligiste con deleite,
se alza mi determinación, impenetrable y fuerte.
El odio que sembraste solo fortalece mi ser,
me elevo con fiereza, dispuesta a renacer.

Ahora, mis puntos débiles se convierten en escudo,
tu malevolencia se estrella en mi temple, contundente y rudo.
No descansaré hasta ver caer tu imperio de engaño,
y en el remanente de tu odio, encontraré mi extraño.

Así que ten cuidado, abyecto ser despreciable,
pues el odio que siembras, se volverá inquebrantable.
Mi alma convertida en fuego, en venganza ardiente,
hará que tus jugadas perversas sean irrelevantes.

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