Capítulo 6: Por defenderte...

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Tal cual como le había indicado a su amiga, a las cinco y media de la tarde Diego se encontraba frente a la puerta de la casa de Sarita esperando a Helena, quién no lo hizo esperar mucho tiempo. Desde el momento en que ella salió, el chico no fue capaz de dejar de mirarla.

Llevaba un vestido rosa muy bonito, y que a su parecer le quedaba espectacular, pero se encontraba muy extrañado, porque desde que Helena había empezado a hablar a los dos años de edad, jamás había perdido oportunidad para comentar su fuertísimo odio y rechazo hacia el color rosa. Todo lo que fuera de ese color, era horrible para ella. No usaba ropa, zapatos, sujetadores de cabello, labiales, esmalte de uñas, aretes o collares que fueran rosados. Tampoco compraba cuadernos, lapiceras, jabones, mascarillas, libros o lo que fuera de ese color. Lo detestaba en serio.

-¡Hola!- saludó la muchacha con una sonrisa.

-Tengo varias preguntas en este momento.

-Me imagino- dijo sabiendo a lo que se refería- Me lo regaló mi mamá.

-Amm, ¿Es navidad o tu cumpleaños y no lo sabía?

-Ay no seas malo

-Perdón, es que con tu explicación de "Me lo regaló mi mamá" me dejaste más dudas. Ella nunca te regala nada a menos que sea una fecha especial.

-Pues, tuvimos algunas conversaciones, y arreglamos las cosas. Quedamos en que íbamos a intentar reparar nuestra relación. Después de eso, me regaló este vestido de la tienda de la tía Jimena.

Una sincera sonrisa se dibujó en el rostro del chico- ¿¡En serio!? ¡al fin! Me alegro muchísimo.

-Gracias, yo también. Toda mi vida esperé este momento. Ahora ella podrá enterarse que odio el rosa.

-¿No se lo dijiste?

- No me animé, no iba a arruinar el momento siendo una desagradecida. Es más, estoy tan feliz que no me importa tener que usar este vestido horrible para que ella se sienta bien.

-¿No te importa que ella no sepa algo tan básico de ti? Literal, todo el mundo sabe que le tienes fobia a ese color.

La joven se encogió de hombros- Bueno, no. La verdad es que no. Todo lo que sé de ella es por lo que me ha contado mi papá, o por observarla; no nos conocemos. No hablamos, ¿Cómo quieres que sepa eso?

Diego le dio una sonrisa falsa, él no pensaba igual que ella, pero tampoco iba a romperle el corazón- Está bien, vamos a buscar a Aliwé, que se nos hace tarde.

-¿Buscar a Aliwé? Tú dijiste que me vendrías a buscar en tu caballo.

-Y por eso... aquí estoy. No pretenderás que vayamos los dos en el mío, ¿o sí?

-Obvio, si no tienes auto porque eres pobre, nos vamos los dos en tu caballo- sin esperar respuesta, ella se subió y se acomodó detrás de él, quedando los dos muy juntos uno del otro. El animal comenzó a andar, y el balanceo hacía que cada tantos segundos, sus cuerpos se juntaran un poco más.

Diego sentía el cuerpo de su amiga contra su espalda, y el viento que venía a su favor le traía su característico aroma a jazmín. Él se puso algo incómodo, últimamente esa chica a la que consideraba una hermana le estaba provocando cosas que no podía descifrar, pero que se decía que eran propias de una amistad tan larga.

Helena, en cambio, desde hacía años que sentía cosas por Diego. Había logrado aceptar que le gustaba, pero no creía que él sintiera lo mismo, así que esperaba que se le pasara pronto.

La tarde transcurrió alegre. Los amigos de Andrés también habían ido y junto con Diego entonaron varias canciones. Helena aprovechó para charlar un rato con sus tíos y con su bis abuelo don Martín. A pesar de todo, por mucho que intentó no logró disfrutar plenamente. Aún seguían presentes todas las cosas que había visto la noche anterior y lo que todavía le quedaba pendiente por mirar en el pendrive.

Dulce Helena (pasión de gavilanes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora