Capítulo 7: Franco y Sara, Diego y Helena

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 Sara había estado muerta del pánico pensando en que Helena pudiera estar mal herida. Cuanto Gonzalo la llamó diciéndole que la situación se había calmado con la llegada de su mamá y su cuñado, sintió que le volvía el alma al cuerpo, creyendo que la menor de sus hijos también estaba a salvo, pero en cuanto salió y no la vio entre los familiares ni los empleados, supo que la niña seguía por allí fuera, y sin dar explicaciones, aún con la escopeta en la mano corrió hasta el primer lugar que pensó podría encontrarse, el estudio.

Cuando miró por una de las ventanas, se llenó de orgullo al ver a su hija manejando la situación demasiado bien, quizás hasta mejor que ella en su momento.

Flashback:

Una joven Sarita se acercaba a un Franco amarrado y golpeado, después de amenazar a sus secuestradores con una escopeta para que se quedaran tranquilos en sus lugares y no los lastimaran. Le quitó a Franco la bolsa que tenía en la cabeza y se miraron directamente a los ojos, y allí se daba nuevamente una conexión entre ellos, que en aquel momento ambos negaban.

-¡Ay! no sea tan brusca.- dijo el hombre de mala manera cuando ella le arrancó (muy fuerte) la cinta de la boca.

-¿Cómo me dice eso después de que prácticamente casi lo muelen a patadas ¡Bobo!?

-Que dolor, pero que alivio... ¡Ya quíteme esto no?- gritó de vuelta refiriéndose a la atadura de sus manos. Sara se concentró en cortar la soga con un cuchillo, pero justo cuando terminó se dio cuenta de que los hombres se habían movido de sus lugares, intentando recuperar las armas que ella misma les había sacado.

-¡Quietos! ¡quietos!- disparó a unos centímetros de distancia de ellos, de manera que se asustaran pero no hacerles mayor daño. -¿¡Ustedes creen que yo estoy jugando imbéciles?!- Sara los apuntaba directamente. – ¡Contra la pared! ¡Ya que intenten moverse los frito a tiros! ¡OBEDEZCAN!

Fin del flashback

Sarita sonrió, viéndose a sí misma en su hija. Sabiendo que probablemente la niña había estado igual de asustada que ella cuando entró a ese galpón en busca de Franco... Franco. ¡Cuánto tiempo más le dolería ese hombre! ¿Cuándo sería capaz de olvidarlo, de borrar sus caricias, sus besos, su olor, su gentileza... su amor?

Los ojos se le aguaron ante el recuerdo, pero debió volver a la vida real cuando vio a la situación cambiar de rumbo, y uno de los hombres sostenía con fuerza a su hija, para después... ¿morderla? Ella intentó defenderse, pero él la tiró al piso, la aplastó y le apuntó con un arma.

La castaña sintió la furia recorrerle por todo el cuerpo, culminando en un impulso por salvarla, a pesar de todo, ella era su hija y siempre la querría.

Cuando Sara apareció en la escena para defender a la niña, el hombre se sorprendió al ver a una nueva mujer apuntándolo; por el sobresalto, dirigió su arma y su atención a Sara. Su compañero gritaba para que lo desamarren y Román, por alguna razón, estaba más concentrado en ocultar su rostro.

-¡Dios! Estaba tan cansado de estos estúpidos trabajos donde arriesgaba su vida y su libertad para robar cosas que, según él, no tenían importancia alguna, pero ahora... nunca le habían pedido robar semejante pavada... un pendrive... que cosas tan importantes podría conservar algo tan insignificante.

Se perdió en aquellos pensamientos tan solo por unos segundos, pero bastaron para que Helena contraatacara apretando y tirando fuertemente con su mano derecha los testículos del asaltante, haciéndole gemir de dolor. Perdió el equilibrio y dejó de presionar con tanta fuerza el pecho de la joven, cosa que ella aprovechó para liberarse; al incorporarse, tomó el pié del hombre y jaló de él hasta que cayó al suelo.

Dulce Helena (pasión de gavilanes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora