Capítulo 10: La noche de Navidad

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Antes de empezar a leer el capítulo, me gustaría aclarar que las vacaciones y el año escolar en que me estoy basando para hacer esta historia, es de Argentina, ya que yo soy de allí y no entiendo cómo funcionan las canciones en Colombia🤦🏽.
Las vacaciones comenzarán a principios de Diciembre y terminarán a fines de febrero. Luego habrá unas dos semanas de vacaciones más en el mes de Julio.
Espero entienda, así va a ser el ciclo escolar en la historia.

Toda la familia Reyes-Elizondo estaba alborotada con los preparativos para la noche de Navidad. Se iba a celebrar el veinticuatro en la casa de Gabriela. 

Jimena y Oscar apenas habían vuelto de su viaje por Europa hacía unos pocos días, pero el cansancio por un viaje que duró un mes y medio no detuvo a la menor de las Elizondo para arrasar con toda su lozanía.

Las tres hermanas hablaban sobre la comida que pensaban preparar, a los que iban a invitar, cómo iban a decorar la casa, entre un millón y medio de cosas más que las mantenía entretenidas y juntas todo el día; a veces en la casa de Norma, otras en la de Sara y otras en la de Jimena.

Por otro lado, Juan, los mellizos, Helena, Juan David y Diego trabajaban largas horas en el campo preparando los caballos para las ferias que se acercaban. Cuando terminaban tarde por la noche, Sara y Helena se sentaban en la mesa del comedor mientras la menor se abocaba a los registros contables de su hacienda. En cuanto terminaba, se los daba a su madre para que  comprobara que estuvieran bien, al finalizar, siempre la felicitaba por un trabajo impecable. Al igual que Sara, ella era excelente para llevar la contabilidad y la administración de la hacienda. Le gustaba mucho hacerlas, las encontraba entretenidas y ayudaban para distraerse, pero nada se comparaba con la felicidad que le daba trabajar en el campo.

Una de las noches, la joven estaba completamente sola en su casa. Tirada en uno de los sofás, leía tranquilamente un libro que la mantenía tan atrapada, que se olvidó del mundo exterior. Por lo tanto, pegó un salto cuando escuchó que llamaban a la puerta. 

-Diego… me asustaste, estaba leyendo- él le sonrió.

-Me encanta asustarte.

-Ya sé, lo hacías todo el tiempo cuando éramos chicos, y en los momentos más inoportunos- la joven recordó inmediatamente cuando él se escondió en su habitación una noche para cuando ella saliera del baño, aparecerse detrás de la puerta y gritarle al oído. Sin embargo, el momento que debía ser divertido, se tornó completamente bochornoso cuando ella salió envuelta en una toalla de baño, a la cual dejó caer en cuánto su amigo la asustó, y quedó totalmente desnuda ante él. Después no fueron capaces de hablarse durante semanas.

-En fin, disculpa que te moleste, vengo a traerle estos papeles a Sara- dijo para desviar la conversación. Probablemente él se estaba acordando del mismo suceso..

-Amm, mi mamá no está. 

-¿En serio? que raro- la joven hizo una mueca de fastidio.

-Se fue a San Marcos con el imbécil de Demetrio, van a cenar en un restaurante nuevo. Ojalá se atragante con la comida y se muera.

-No creo, hierba mala nunca muere. Además, le arruinaría la cena a tu mamá. Deja que disfrute, imagínate que ella tiene que cargar contigo todas las noches- Debió agacharse rapidísimo para esquivar el almohadón que su amiga le arrojó con increíble fuerza. -Ey, ey, solo digo.

-Mejor no digas nada.

-¿Te vas a quedar acá encerrada y amargada por el amante de tu madre un viernes a la noche?

Helena se encogió de hombros- no tengo más nada que hacer.

-A mí se me ocurre algo, ¿a qué hora llegará Sarita?

Dulce Helena (pasión de gavilanes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora