AMORES IMPOSIBLES

SOMOS IDIOTAS, NO SABEMOS QUERER

Así era ella, la más alegre, la que al reír provocaba que todos volteáramos a verla, reía tanto que uno sentía la necesidad de reír junto a ella. Era la típica chica enamorada de un hombre que no la amaba, yo el tímido hombre que vivía en la oscuridad deseándola a cada instante.

María Cristales conoció al que ella llamaba el amor de su vida, Cristobal Armenio en una discoteca muy popular de la ciudad, al cual acudió sola. Allí estaba él, un joven alto, delgado, con unas gafas que por minutos solía ponerse para revisar los mensajes de su celular, ella lo miraba fijamente por unos minutos hasta que perdió el interés, creyó en sí de que él tenía una novia más bella que ella, era demasiado guapo para siquiera mirarla y ella realmente era una mujer extraordinariamente bella, tenía unos ojos negros preciosos.

Aquella noche solo se dedicó a beber y bailar, bailaba tan hermoso que uno suponía que disfrutaba cada melodía porque no dejaba de reír al hacer aquellos movimientos seductores. Yo la vi primero y pienso que ella debió quererme tan siquiera un poco, pero solo fue un querer lo que ella sentía, pues soñaba con aquel que más tarde la rompió en mil pedazos.

Esa misma noche él volteó a verla, y también quedó tan impactado como yo, se le acercó, intercambiaron números, se fueron juntos de aquella discoteca. Cristobal Armenio aparte de ser universitario era un futbolista, pero no de los buenos, tenía mucho que mejorar, aun así, para ella era el mejor. Se enamoraron y ella lo acompañaba cada domingo. De todas las mujeres ella fue quien me marcó profundamente, incluso era como una cicatriz pegada en mi cuerpo.

Meses más tarde ella ya cargaba un feto de seis semanas y cuatro días, su embarazo no llevó a completarse porque fue interrumpido, no la culpo, sé que Cristobal Armenio la incito a perderlo, sabe que es una mujer que no tendrá el perdón de Dios, tiene una carita de ángel y una conciencia de un demonio, las manos manchadas con su propia sangre. Volvieron a las discotecas, juntos de la mano, donde siempre la abandonaba cuando ella se emborrachaba.

¿Cómo estaba segura del amor de Cristobal Armenio?

Si él la engañaba en sus narices con una mujer mucho mayor que le llevaba casi diez años, ella sinceramente era una pobre infeliz mendigando amor.

Aquella misma noche ella salió de la discoteca, muy ebria, lloraba tanto que hasta sentía algo de confesión. No podía obligarla a que me ame o que me quiera un poquito como hubiese querido, más en el fondo sentía tanto dolor por sus tristezas y penurias, amó al chico equivocado, uno que hablaba sus asuntos privados, que la difamaba sin querer, la traicionaba cada noche de sábado. Lloró un mar de lágrimas afuera de la discoteca, tardé varios minutos para convencerla de volver y seguir bailando.

Se sentó en mi mesa y seguimos tomando, irónicamente le confesé mis sentimientos, ella respondió que hoy no le importaba, probablemente mañana sí, era algo confuso, pero lo acepte. Cristobal Armenio seguía bailando con esa mujer diez años mayor que él, ni siquiera noto que su enamorada estaba rota y bailando en el grupo equivocado. La belleza de esa mujer era hechizante, su cabello me seducía al momento de bailar, su sonrisa era como una escarcha pegada en su bello rostro. En un descuido ella me beso y salió corriendo hacia la calle, cruzo sin notar que un auto venía a toda velocidad, se escuchó un gran ruido, ella yacía en el piso bañado en sangre. Todos los presentes admiraban aquella escena macabra, me salieron lágrimas y volví a la fiesta, tome algo de russkaya, tome la botella, me acerque a la mesa de Cristobal Armenio y rompí la botella con su mesa y lo apuñale, quedando otra escena macabra dentro de esa discoteca.

Los secretos de Maria Cristales salieron a la luz, donde todos supieron el aborto de mi gran amor no correspondido, del cómo quiso a un hombre más que a su vida, nada le había importado más que ese maldito al cual eligió. 

Sobre Cristobal Armenio solo sé que no murió, pero que nunca más volvió a jugar futbol, nunca puso una denuncia en mi contra, incluso estaba tan ebrio que nunca supo quién lo apuñaló.