LA NIÑA DE OJOS BONITOS

124 65 12
                                    


Antes de salir del aula, Hanssade corrió a verificar su escritorio de la clase de literatura, había olvidado su estuche de lapiceros. Cerca de su escritorio estaba una pequeña carta, sin dudarlo la tomó. Al llegar a la hora del receso corrió a los baños del colegio con la carta que estaba guardada en sus pechos, abrió el sobre y lo que sintió fue el delicioso aroma de un perfume caro de Allure, con un poema escrito en el papel.

Te amé sin imaginarlo,
incluso sin buscarte,
te amé, y aún te amo.

Te quise, te quiero;
te olvidé, es la mentira que hace daño;
nunca te amé, quisiera,
pero aún te amo.

  Te espero en la biblioteca municipal.

Hanssade se enamoró de aquellos versos, perdida en sus pensamientos, olvidó que tenía un examen y la maestra pidió que los alumnos ingresarán cinco minutos antes que terminase el receso, guardó la carta y el timbre de entrada sonó antes que pudiese salir del baño.
—¡Señorita, salga de allí ahora! —Grito el conserje. —con que era usted, hoy usted levantara toda la basura del patio.
—Pero...
—Vaya usted a mi oficina o la reportaré a la dirección.
—Señor conserje, ¿Podría pasar mi falta hoy?
—¿Cómo puede pedirme algo así? —El hombre pensó unos segundos y gritó: —No, señorita, está usted castigada, deje de hablar y camine, levante la escoba y un recogedor y empiece a barrer todo el patio del colegio.
Hanssade estuvo toda la hora de Matemáticas recogiendo la basura del patio y los pasadizos del colegio. Por la tarde salió del colegio y escapó previamente antes que el conserje la regañara por no terminar el trabajo, fue directo a la biblioteca municipal y observó que estaba vacía, tomó un poemario que titulaba "Versos fríos para una amante", leyó unas cuantas hojas y encontró aquel poema escrito en la carta que había encontrado en el piso de las clases de literatura.
—¿No es original? ¿Es una farsa? —Dijo ella en voz alta. Llamando la atención de un joven que tenía dos vasos de café en las manos, él se acercó a la muchacha y atisbo la tapa del poemario.
—¿Por qué una farsa? —Preguntó el joven.
—¿Qué? —Es que miré, encontré un papel con un hermoso poema escrito, ahora resulta que son fragmentos de un poema de un poeta. —¡Es una grandísima farsa!
—¿Cuál es el problema, entonces?
—Creí que quien escribió era un alumno de mi colegio.
—¡Un poemario de Humberto Gues! —Dijo él en tono suave. —¿Qué diría el autor si oyera que lo llamaste farsante?
—Pero, hum no, quizá el farsante es el que copeo.
— Ese poema se llama "Entre acertijos de amor", imagino que el autor ha de estar enamorado o ilusionado en el momento que lo escribió. —¿Qué opinas?
—¡Que es un idiota!
—¿Por qué, acaso, el estar enamorado es un pecado? —Algún día experimentarás esa sensación, es la más bonita que llega a la vida. El joven intentaba explicar hasta que fue interrumpido por el bibliotecario.
—Señorita vaya a su casa —¿Cómo se atreve a insultar al poeta Humberto Gues? — Exclamó el hombre, con una cara de molestia.
—¿Tú?, digo, ¿Usted es el poeta? — Cerró los ojos y pensó: —Yo no lo sabía.
—¿El poeta? —Ah, sí, soy yo. Se acercó a Hanssade y le susurró al oído —
Tienes unos bellos ojos, los más bonitos que vi. Ella intentó esquivar sus palabras y movió la mesa donde estaban las tazas de café provocando que una tasa cayera al suelo.
—Señorita, le dije que deje de causar desastres en la biblioteca —grito el bibliotecario.
Hanssade salió apresurado de la biblioteca olvidando su estuche de lapiceros, no quiso mirar atrás por ningún motivo.  Al día siguiente, a la hora de la salida fue a la biblioteca del colegio, estaba segura de que encontraría algún otro poemario de Humberto Gues, por lo que salió media hora después.
—¡Señorita de los ojos bonitos! —Llevo media hora esperándola, ¿Siempre se tarda así? —Preguntó Humberto Gues —oh, mire, ya está por cerrarse la puerta principal del colegio, un día de estos usted pasará la noche en una de sus aulas, por tardona.
—¿Qué se le perdió? ¿Qué hace usted aquí?
—¿Cómo qué hago aquí? —Soy tan bueno que le traje su estuche que olvidó ayer, imaginé que lo necesitaba, pero ya que ayer salió tan apresurada que parecía una loca asustada y hoy como una amargada, me la quedaré yo. —Dijo Humberto Gues en tono burlón.
—Oiga, espere, eso es mío —ya vio mi nombre escrito en el estuche, eso significa que me pertenece —¿Me está escuchando? —Gritó Hanssade.
—Que tonto, así que la niña de los ojos bonitos se llama Hanssade —¡Caray, que nombre más bonito! —Pero como soy tan bueno, te la daré solo si logras alcanzar, aunque lo dudo, ya que eres muy pequeñita.
—Pues prefiero ser pequeñita a ser una fea jirafa —respondió Hanssade.
—Qué clase de comparativo es ese, no te has puesto a pensar que cuando me case contigo podría cargarte todo el tiempo, es mal fácil con una chica de baja estatura como tú.
—¿Estás loco?
—Fue suficiente señorita, ayer me llamaste idiota, hoy me crees loco ¿Hay algo malo en mí? —Preguntó Humberto Gues.
—Adiós, me voy y espero no verlo más.
—¿Y el estuche?
—Está bien, quédese, total, mis padres comprarán otra.
—¿Y qué les dirás?
—Que las perdí y un idiota las encontró y no quiso devolvérmelo.
—¿Me imagino que el idiota soy yo? —Dijo Humberto Gues en tono sonriente por las palabras de Hanssade, hasta que en unos minutos su rostro alegre cambio:
—¿Qué te pasa, poeta? ¿Acaso por fin se dio cuenta de que es un idiota? — Preguntó Hanssade.
—Dime, ¿Te gustó tanto, que llevas uno de mis poemarios?
—¿Qué? —No es lo que piensa, es para un trabajo, la maestra de literatura pidió que memorizamos poemas. De haber sabido que era suyo hubiese buscado otro poemario. —Ayer encontré este pequeño sobre en el aula de las clases de literatura, seguro a tu novia se le cayó, o qué sé yo —respondió Hanssade.
—¿Qué novia? —Cierto, mi novia es la niña de los ojos bonitos. La carta era para un amigo que me pidió algunos versos para dedicársela a su novia, pero la sorprendida fue mi novia. —Oye, cuando escriba otro poemario titulado "versos para la niña de los ojos bonitos". —Ese día tú serás mi novia.
—Es un idiota, un completo idiota ¿Quiere que le acuse por acoso?, Señor poeta.
—No soy señor, y si me quieres denunciar hazlo, total tengo 17 años, ósea tendrás que esperar doce meses para que se valide la denuncia. —¡Vamos! —Humberto Gues, tomó su mano y empezaron a correr.
Desde aquel día ambos jóvenes no se separaron, se fueron enamorando lentamente, salieron a observar el atardecer y escribían algo de poesía. Habían pasado tres meses donde fueron los más felices del mundo, una mañana Hanssade escuchó a su profesor decir que Humberto Gues tuvo un accidente automovilístico a su retorno de la ciudad imperial Cusco, horas antes de la publicación oficial del poemario dedicado para ella. Hanssade muy desesperada, saltó la reja del colegio para ir a verlo al hospital, al llegar escuchó su grito desgarrador.
—¡Nunca más volveré a ver!
Hanssade paso una semana llorando, ingreso al hospital a la madrugada, y fue directo a la habitación de Humberto y se durmió sin que él notara su presencia. Por la mañana las enfermeras corrían de un lugar a otro, Hanssade había muerto en aquella habitación, tenía asma y llevaba muchos meses sin consumir sus pastillas. Lo último que dejó fue una carta de amor donde su deseo era donar sus ojos para que Humberto pueda ver por los suyos.
Tres días después, Humberto Gues salió del hospital, planeaba dirigirse a casa de Hanssade, pero tomó su poemario y se dirigió a las puertas del colegio, esperando que tocara el timbre de salida. Pasaron horas y aún esperaba en la puerta, fue reconocido por una maestra quien se acercó y le habló amablemente.
—¿Humberto?, mira eres tú, ya eres todo un jovencito.
—Buen día, profe luz, ¿Cómo ha estado?
—Muy bien hijo, ¿Qué haces aquí, y a estas horas?
—Espero a mi novia profesora —respondió alegremente Humberto Gues
—Soy la última en salir hijo, no hay nadie más.
—Imposible, estuve aquí durante tres horas, ella no salió.
—Quizá faltó a clase.
—Estuve en el hospital más de una semana, ni siquiera fue a verme, a eso le llama amor, ¡Hanssade no me ama!,  No significo nada para ella.
—¿Hanssade Montefer?, Pero hijo murió hace tres días, ayer fue su funeral. Padecía asma, donó sus ojos al paciente de la habitación 23.
Humberto se paralizó unos minutos, recordó que él estuvo en la misma habitación, no volvió a responder las preguntas de la maestra, con los ojos llorosos siguió caminando.

AMORES IMPOSIBLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora