TARDE DE ABRIL

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En una tarde casual del mes de abril, parecía que el tiempo se detuvo para Abigail. Prácticamente, estaba en esos días en el que llegan aquellas ganas desesperadas de querer buscar un compañero y aventurarse por el mundo. Para su suerte era una mujer muy guapa y poseía aquel hechizo que enloquecía a todos solo con el habla. Con sus palabras construía una ilusión y quien oía sus largas historias y platicadas, quedaba fascinado con su dominio de la palabra, era una de esas mujeres que usaba la plática para coquetear, más que su belleza, era el habla, su arma de seducción más poderosa.

El reloj marcaba las seis de la tarde, la hora habitual que ella salía del trabajo, se puso sus auriculares y empezó a caminar con destino al primer paradero de San Sebastián de la avenida la cultura. La vida fue generosa con la muchacha, más en el amor le dio la espalda, acabó, triste y decepcionada. Quizá ella hasta ese momento perdió toda esperanza, hasta que lo vio a él, sentado en el asiento del paradero, tenía su edad y era un joven muy atractivo quién estaba distraído con su teléfono, en instantes llegó a su mente pensamientos de su despedida a su soltería.

Se quitó la medalla del cuello y dejó que esta cayera al móvil de aquel atractivo muchacho, él por supuesto se levantó de inmediato para toparse con aquella sonrisa deslumbrante que era una invitación hacia el pecado, y unos ojos bellos color avellana. Obvio él cortésmente devolvió la medalla. No sé, si era una verdadera maestra o era muy astuta, pero la manera que lo hizo fue perfecta.

Pasando algunos minutos ellos ya habían armado una platicada que iban acompañados de risas por ambas partes, en sí, ella quería asegurarse de que aquel sentimiento fuese mutuo, agregando temas de conversación. Mientras pasaban minutos también pasaban los autos y los autobuses, en ello el Chasky era el único transporte que llegaba cerca de su casa. Ambos sintieron frío y quisieron despedirse, no antes de querer intercambiar números, sacó su celular y con ello estaba dos pulseras de lana, una con su nombre Rodrigo y otra con el nombre de Violeta, ella pensó durante un minuto, aquella sonrisa cambió en un instante. Corrió apresurada al primer autobús que estaba en el paradero y no volvió a verlo.

AMORES IMPOSIBLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora