El principio del fin

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Mis pies se arrastraban pesadamente sobre el asfalto. Mi energía estaba muy por debajo de cero y deseaba con todas mis fuerzas que fuera solo un mal sueño. El día no era el ideal para salir, había llovido y estaba helado. Eso apretó mi corazón aún más, si es que eso aún era posible.

 Me paré en un poste de luz. Separé un papel del montón que traía luego de sacar de mi bolsillo la cinta y la tijera. Como pude, pegué el cartel.

 Corrí mi mirada, acomodando mi bufanda. Vi a mi hermana pegar otro cartel en la calle de enfrente con la ayuda de su amiga.

 Suspiré. El clima horrible solo me hacía pensar en dónde se podría estar refugiando mi gato Sirius. Él detestaba el agua con todo su ser y cuando hacía frío lo único que hacía era estar bajo las cobijas de mi cama. Respiré profundo; él está pasando frío.

 Una mano pasó por mi espalda reconfortantemente, mi amigo Sam había llegado a mi lado.

  — ¿Estás bien? —preguntó.

  — Sí —respondí siseante. Él arqueó una ceja—... es solo que hace frío.

  —Sí, está helado. 

 Apreté mis labios y asentí, apartando la mirada. Comencé a contar los carteles que quedaban en un intento de terminar la charla ya que no tenía muchas ganas de hablar, pero no se lo diría directamente. No era mi fuerte.

 —Ya aparecerá—comentó luego de un minuto de silencio—. Los gatos son de… desaparecer. Estoy seguro que sigue por el vecindario y ahora los cartel ayudarán a los vecinos a identificarlo y te llamarán—habló con ánimos de ayudarme—. Yo tengo fé.

 Sonreí levemente tras sus palabras.

 —Gracias. Estoy segura que aparecerá.

 Pero yo no hablé con la fé que él me aseguró tener; el gato nunca había salido de casa y no conocía el vecindario. Pero aún así tenía una pequeña esperanza.

 De todas formas, tenía gente alerta por todas partes; mis amigos, amigos de mi hermana, los vecinos, gente de mi escuela y hasta los del trabajo de mi papá, que era guardabosque.

Mi mayor temor era que Sirius se adentrara al inmenso bosque. Por eso mi papá se había encargado de avisarles a sus compañeros de trabajo que si llegaban a ver un gato negro en el bosque, lo tenían que atrapar inmediatamente. Pero habían pasado dos semanas y los guardabosques no podían estar en todos lados todo el tiempo.

 Al recordar a mi papá, me dieron inmensas ganas de visitarlo. Él estaba de turno.

Sería bueno llevar algo caliente y hacerle una visita de grupo.

Por primera vez en el día, mi corazón latió con un poco de emoción. Llamé a las chicas, asustando a Sam tras un repentino cambio de humor.

●●●

 Con una caja con dos tés y tres cafés en mano, estábamos en la puerta de la gran cabaña donde era el trabajo de mi papá. Toqué la puerta, ansiosa. Por alguna razón me había subido el ánimo.

 La puerta se abrió, mostrando a mi padre en su traje para el frío color verde oliva, con un ridículo sombrero. Llevaba guantes de cuero y su pronunciada nariz, donde reposaban sus lentes, estaba roja. 

 —¿Niñas?—preguntó sorprendido—¿Qué están haciendo aquí?

 Levanté la caja con las infusiones aún calientes.

 —Vinimos de visita—completó mi hermana Sierra.

 Abrió los brazos y nos hundió a Sierra y a mí en un abrazo con cuidado de no tirar los vasos.

the new abnormal//ticci toby Donde viven las historias. Descúbrelo ahora