La tarea interrumpida

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Odiaba las tareas.

 Odiaba tener que pasarme la tarde metida en mis cuadernos y entre libros académicos, el tener que obligarme a concentrarme en algo que no me gusta.

 Siempre detesté la escuela en todas sus formas.

Ese día, me encontraba más estudiosa de lo normal, per fue cuando levanté la vista y vi borroso que paré. Las tareas me desbordaban. Y hacían cinco horas escribiendo o leyendo sin parar y no me di cuenta del daño que le estaba haciendo a mis ojos.

 Me eché hacia atrás recargándome en el respaldo de mi silla y froté mis ojos cansadamente. No había escuela, pero ¿A qué precio? con todas las tareas que tenía parecía una jornada normal.

 Agarré mi celular para ver Instagram, encontrándome con historias de mis amigos, conocidos y muchos desconocidos.

 Mientras veía un posteo de una receta, un sonido que reconocí a instante me sacó de mi lectura; había alguien en el piso de abajo.

 Miré la hora. 16:17.

 Muy temprano para que mis padres llegaran de trabajar y aún más temprano para que Sierra volviera de la salida con sus amigas.

 Descarté por completo la idea de que el gato estaba haciendo tal ruido. Él hace un completo escándalo, no simples sonidos.

 Sentí como mi pecho quedaba vacío y yo comenzaba a temblar. Traté de pensar racionalmente, pero sabía que nadie de mi familia estaría en casa. Y nadie más tenía nuestras llaves quitando a mi abuela. 

 ¡La abuela!

 Sentí un muy leve alivio. Claro que me avisarían si ella fuera a mi casa y ella no iría de sorpresa nunca, pero en tiempos desesperados uno toma medidas desesperadas, como lo es agarrarse de un fino hilo de esperanza.

 Era tan ingenua que en serio creí que no me habían avisado que mi abuela iría.

 Me levanté y aunque mis piernas casi me fallan, caminé hacia la puerta, la abrí y esperé a escuchar otro sonido para confirmar la presencia de alguien en mi casa y que no era un delirio mío tras quemarme la cabeza por hacer tanta tarea en silencio absoluto.

 Efectivamente, había alguien en mi casa. Y esa persona abrió la heladera.

Comencé a caminar a un falso paso decidido y bajé las escaleras intentando no vomitar.

 Descubrí que había un bolso en el sofá… y un abrigo que yo conocía.

 —¡Hijita!

 Mi mamá salió de la cocina con una cuchara en su mano y con un pote de helado en la otra. Aún estaba con su uniforme pero se había quitado los zapatos.

 —¿Ma? ¿Qué haces aquí?—pregunté al mismo tiempo que ella me abrazaba—¿No salías más tarde del trabajo?

 —Sos más boluda que las palomas—dijo separandonos. Yo fruncí el ceño. Habían veces que no entendía lo que me decía—. Ayer dije que iba a empezar a trabajar menos horas.

 Hice memoria aún con el ceño fruncido; el día anterior mi mamá nos avisó que trabajaría menos horas porque su rendimiento ya no era el mismo. 

 Mi corazón se arrugó al recordar eso. 

 Ella era joven y energética. Siempre había sido fuerte y de las mejores en su trabajo de enfermera en el hospital… Pero había una realidad; ella no se veía como antes. Estaba más delgada, su lindo rosado en sus mejillas se había esfumado y permanecía pálida junto con unas nuevas ojeras bajo sus ojos que para nada hacían juego con su castaño claro al que le faltaba su característico brillo.

the new abnormal//ticci toby Donde viven las historias. Descúbrelo ahora