CAPÍTULO 4

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Volkov estaba en su mesa con Greco frente a él y el chico llamado Eduardo listo para grabar la siguiente parte. Una mesera alta de cabello rubio platinado quien se presentó como Nina, se acercó a él con el menú para que pudiera empezar a pedir sus platos.

Luego de unos pocos minutos se decidió por consumir unos raviolis tostados, frutti di mare, lasaña y una pizza de pollo al ajillo. Nada fuera del otro mundo. Los más allegados a Viktor sabían que los platillos más sencillos eran los más predilectos por el chef.

Maia y sus padres se colocaron detrás del mostrador a la espera de las reacciones del ruso respecto a su menú. La guapa mesera tomo su orden y trajo los platillos uno por uno. Poco a poco, el rostro de la familia dueña del negocio se iba transformando de ansiedad a preocupación y luego vergüenza. Nunca se imaginaron escuchar del chef tan duras críticas por cada uno de los platos.

Sus comentarios hacían referencia a la masa cruda de los raviolis, a los mariscos crudos en la pasta, la misma pasta que estaba cocinada de más y por último sobre la lasaña la cual estaba servida con una extraña salsa rosada que se suponía era creación del mismo jefe de cocina. Volkov probo poco de los alimentos y en su rostro se podía ver el disgusto por el mal rato. El peligris era un hombre bastante paciente y si se le veía irritado en esta fase de cada uno de sus programas, era porque no entendía como los dueños de los restaurantes eran tan descuidados con la comida que servían a sus clientes.

Maia unas cuantas veces regaño a su mesera por realizar comentarios "fuera de lugar" respecto al trabajo de su chef. -No comentes cosas que no sabes-. Fue el comentario que se escuchó después que la chica sirvió la lasaña con la extraña salsa. Volkov se molestaba cuando veía que los empleados eran tratados así porque en su experiencia, los que hablaban desde el desconocimiento eran los dueños.

Sin embargo, era muy abierto a escuchar las opiniones ellos. Al final, su papel en el programa era para trabajar junto a ellos y que todo el staff se viera beneficiado. Para él, era muy gratificante observar cómo los dueños dejaban la terquedad a un lado, y se comprometían a realizar los cambios necesarios para sacar a flote su negocio. Maia se veía que era una mujer de carácter fuerte y esperaba que fuera de ese tipo de participantes.

La mujer antes mencionada se acercó a Volkov una vez todos los platos fueron retirados - ¿Y bien? – Pregunto curiosa, aunque la mayoría de comentarios no pasaron desapercibidos por ninguno de los miembros de la familia que vieron a Viktor comer.

-Perdón Maia, pero su comida no es buena. – Directo como siempre era él. -Me preocupa la manera en la que están preparando la comida, puede haber clientes afectados si siguen así. Tu negocio no puede verse manchado por malos comentarios sobre la salubridad de la comida y como te demanden definitivamente todo esto se perderá-. La mujer hizo una mueca de molestia con la boca, sin embargo, no soltó ninguna palabra.

La rubia se volvió y camino hasta donde estaba su madre, froto su rostro con las palmas de su mano en frustración por no pasar la prueba del chef. Tenía que comprobar que él se hubiera equivocado en algo para tener la conciencia tranquila, así que entro a la cocina a ver alguno de los platillos que le habían llevado minutos antes al ruso y probo los raviolis, que fue la comida que vio más cercana. Inmediatamente los escupió de su boca al sentir la masa cruda de la pasta. Estaba cansada de seguir haciendo el ridículo frente a su familia.

Detrás de ella sintió la presencia de una persona, cuando se dio la vuelta se topó con un hombre moreno, de cabello negro peinado hacía atrás, tenía los ojos claros y la miraba preocupado - ¿Sucedió algo Maia? -. Soltó el hombre tratando de abrazar a la mujer, pero esta lo detuvo regresando a su rostro serio.

-No Dex querido, para nada. Ustedes tranquilos -. Su hermano estaba al fondo de la habitación, igualmente intrigado por la actitud de su hermana, esperaba que ella al menos le comunicará a él la situación, aunque no fue así. No esperaba verla salir al salón de nuevo. Al salir a la recepción se topó con el alto hombre de cabello gris con los brazos cruzados sobre su pecho. Ella era una mujer pequeña, pero jamás se iba a dejar intimidar por nadie, menos por la persona que estaba ahí para hacer a su restaurante el hazmerreír de la televisión estadounidense.

Help my restaurant! - VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora