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Aiyana llegó al departamento e inmediatamente después se dedicó a abrir todas y cada una de las cortinas, la luz de la luna se abrió paso e iluminó todo el lugar.
Odiaba sentirse así, odiaba saber que a pesar de que ahora debía estar acostumbrada aún así la atormentara la oscuridad; que aún cuando ya habían pasado años, aún le temía a los espacios pequeños...y odiaba que ni siquiera lo entendía. Sabía que si no fuera por el demonio de las deudas ya estuviera muerta y odiaba saber que la mayor parte del tiempo deseaba que hubiera sido así, si no era que todo el tiempo.
Salió al balcón, donde la puerta de cristal apenas había sido reparada y las cortinas cambiadas. Y solo dejó que el viento la calmara.
Quizá pasaron quince minutos o tal vez tres horas, Aiyana ni siquiera se percató de tiempo, pero si de cuando Aki llegó, pudo escuchar desde ahí como se abría la puerta y como éste atravesaba todo el lugar hasta salir a donde estaba ella.—Llegué— anunció.
Aiyana soltó una risa seca ante esto, como si no hubiera sido obvio.
—Sí, lo sé— respondió en voz baja.
Aki se acercó aún más hasta quedar a su lado y entonces le ofreció un pequeño estuche azul de lentes.
—¿Qué es...?
—Creí que necesitabas unos nuevos— dijo animandola a abrirlos.
Así que lo hizo. Y eran eso, unas gafas de sol nuevas.
—¿Qué pasa? ¿Mis gafas eran demasiado feas?
Aki le sonrió. Apenas podía verlo por la luz de la luna, era solo clara su silueta y al sonreír pudo notar como sus mejillas se llenaron, solo por eso se dió cuenta.
—No es eso. Me llamó la atención lo que pasó...llamé a Kobeni.
—Ah, te dijo...
—No debí encerrarte ahí, lo lamento.
La disculpa de Aki le tomó desprevenida, pero supuso que no debió hacerlo.
Ya había pasado varios días con él, vivían y trabajaban juntos todos los días y prácticamente todo el día; sí, él no era el mejor conversador y era muy estricto pero era amable a su manera: le preparaba el desayuno, la dejaba apropiarse del televisor, no la dejaba atras cuando se distraía con algo por las calles, inclusive se había disculpado por arrojarla ese día...y ella no podía quejarse de nada. No había sido justo haberle dicho aquello, así que decidió que no valía la pena enojarse, después de todo, él no había tenido la culpa de no saberlo.—Ya no importa. Lamento haberte gritado.
Aiyana se probó las gafas entonces y miró hacia la luna. Podía verla, no con claridad pero la notaba, al parecer era día de luna llena, o casi.
—¿No vas a preguntarme?— habló, podía sentir la atención de Aki sobre ella. No podía decir que le incomodara.
Aki se acercó un poco más, tomó su barbilla y le giró el rostro para verla, tomándola por sorpresa. Y Aiyana podía verlo aunque fuera poco, veía los rasgos de su rostro: la forma de su mandibula, el color azul en donde estaba sus ojos, veía el cabello sujeto en la parte de arriba...y entonces él le quitó las gafas.
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EFÍMERO | AKI Y TÚ
أدب الهواةAki Hayakawa planeaba seguir con lo poco que le quedaba de vida como lo había hecho hasta el momento: buscando matar al demonio pistola. La muerte de Himeno no había cambiado eso, al contrario, solo le había dado más ira. Y entonces, una chica...