Trigésima parte.

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Realmente no recordaba haber pasado la laguna de agua, mucho menos haber llamado al bote que Dumbledore llamó cuando fueron años delante, también dudaba que tuviera tiempo para que éste saliera del agua y lo llevara hasta donde estaba su primo. No perdería nada de tiempo, no. Simplemente convocó un hechizo por acá y otro por allá para desactivar o simplemente levitar a la pequeña isla.

Con un movimiento rápido, convocó ráfagas de fuego, espantando a las criaturas y haciendo que éstas retrocedieran soltando a su presa, quien nadó hasta el metamorfomago y subió a la pequeña islita que había en el lugar, abrazándolo con miedo. Los brazos de Leander siempre le habían parecido el lugar más seguro del mundo.

Joder, Regg —susurró el mayor secando al nombrado y agarrando su cara para que lo viera—. No me vuelvas a espantar así.

—Tenía que rescatar a Kreacher, yo sólo...

—Tú sólo desobedeciste una orden directa —el siseo llegó hasta sus oídos, pero el único que se estremeció fue el menor de la familia Black.

Harry colocó atrás de sí a Regulus, protegiendo con su cuerpo y, de paso, tapándolo del hombre-serpiente que se encontraba frente a él con una elegancia sorprendente, pero con sus ojos proyectando una mezcla de furia y curiosidad. Los ojos de Lord Voldemort nunca habían sido tan expresivos para Harry hasta esa vida.

—No le harás daño —rugió Leo con determinación, sin temblar bajo la mirada que le dirigía el Señor Oscuro de la época.

—Un gusto volver a verte, Leander —saludó el mayor jugando con su varita—. Realmente me sorprendí cuando fui arrojado sin preocupación alguna cuando entraste, pero, si no es mucha molestia, quiero hacerte una pregunta —la serpenteante voz llegó con suavidad, haciendo que los dos jóvenes retrocedieran un paso—: ¿Cómo supiste de este lugar?

La mente de Harry se puso en blanco ante la pregunta, pero dejó de lado eso para subir sus escudos mentales, algo que Tom se había encargado de enseñarle vidas atrás.

—Déjalo ir —pidió con serenidad, causando el ceño fruncido del contrario.

—¿Por qué liberaría a un traidor? —siseó levantando su varita y apuntando -o tratando de apuntar- al menor de los tres.

—Porque te lo pido —susurró el pelimorado apretando el brazo de Regulus para que no se moviera del lugar y, cuando la orden fue acatada por el pequeño Black, el metamorfomago caminó hacia el Lord Oscuro y se colocó justo en frente de la varita de éste, dejando que hiciera una pequeña presión en su pecho—... por favor.

El ojirojo miró con asombro la osadía del menor, pero, sin bajar la varita, decidió usar eso a su favor y poder tener lo que siempre tuvo a su alcance, pero nunca en su posesión.

—¿Qué harías por él?

—Sabes lo que haría —comentó Harry, mirando con suavidad los ojos el mayor, pero al ver que la respuesta no debía ser eso, prosiguió—: daría mi propia libertad, mi propia vida a cambio de la de él.

—Leo, no...

La varita de Voldemort bajó y Harry agradeció a todos los dioses por conocer tan bien a Tom, el cual seguía teniendo algunas mañas de su primera vida.

—Que así sea —susurró sonriendo de manera socarrona, callando cualquier sonido de la boca de Regulus.

Justo cuando la mano pálida del Lord Oscuro iba a posarse en su brazo, Harry dio un paso atrás, sabiendo que no debía pedir mucho cuando estaba entre la espada y la pared, pero haciéndolo de todas maneras.

Al final, no sería un Mort si no lo hacía, ¿verdad?

—Sólo déjame despedirme... —Voldemort levantó una ceja -claro, si la tuviera- y Harry buscó algo entre sus mangas, mostrando su propia varita, la cual fue entregada a las manos pálidas. Regulus soltó un quejido, pero lo ignoraron con tal de mirar los ojos del contrario— No me iré, Regulus tampoco puede, sólo pido una despedida, darle mis últimas palabras...

Vida renovada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora