Décima sexta parte.

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Harry bufó molesto mientras apuraba su paso hacia el séptimo piso mientras Tom se reía atrás de él. Si seguía así realmente iba a considerar darle un puñetazo en la cara para que dejara de burlarse... aunque no sería capaz de arruinar esa hermosa cara.

—Harry...

—No. Cállate —siseó sin detener su andar, pasó por primera vez el tapiz del Bárnabas el Chiflado.

—No debes avergonzarte, me encantó...

—Tom... —pasó nuevamente por el tapiz mientras mataba con la mirada al ojiazul.

—Esa fabulosa manera de marcar territorio... —tercera vez y la puerta se apareció frente a ellos de forma majestuosa— Nunca pensé que fueras a hacer algo como eso...

—Si sigues hablando te arrancaré la lengua.

—No lo creo, ¿cómo disfrutarías besarme? —Harry gruñó ante eso— Oh, vamos, no te enojes. Es normal ponerse celoso...

—¡No me puse celoso! —chilló mientras su mejillas se teñían de rojo y su cabello pasaba a un rosa suave— Yo sólo protegía lo que es mío —balbuceó mientras se metía a la habitación para ocultar su sonrojo.

Tom lo siguió sin quitar la sonrisa victoriosa que se apoderaba de sus labios. Entró a la sala dejando que la puerta se cerrara detrás de él mientras analizaba el espacio frente suyo. No era algo grande, pero tampoco muy pequeño.

—Harry, ¿qué hacemos aquí? —cuestionó frunciendo el ceño.

—Te dije que ya había encontrado la forma de quitarte las pesadillas —comentó el otro sin dejar de colocar runas en el piso—. Deja de sonreír y ponte en el centro del círculo.

Tom no tardó en cumplir la orden y se sentó en el centro del lugar sin dejar de mirar cómo Harry se movía con fluidez por el lugar, colocando runas y uno que otro talismán en el lugar... le gustaba ver a su chico así, como si fuera parte del aire, en la ligera danza que hacía con sus movimientos.

—¿Cómo supiste qué hacer? —preguntó Tom moviendo sus manos como si fuera un niño hablando con su madre.

—Fue fácil descifrar cuando mencionaste a Adara, sólo necesitaba hacerlo en el momento perfecto y listo —murmuró sin dejar su trabajo.

—¿Y cuál es ese momento?

—Cuando estuvieras feliz o entre una a dos horas de que lo hubieras estado —cortó estirándose para echar una mirada por todo el lugar, observando cada una de las runas y los objetos que había colocado—, y pasó cuando la perra de Johnson se te acercó... —asintió para sí y empezó a colocar donde, segundos atrás, había aparecido una silla -exactamente frente a Tom- antes de entrar al círculo.

—Cuando tú hiciste una escena de celos —corrigió sonriendo con superioridad, ganándose los ojos blancos de su novio.

—Sigues hablando y te dejaré con pesadillas más noches —amenazó. Tom iba a replicar cuando Harry lo interrumpió—: en serio, necesito concentrarme en el encantamiento, es muy largo y difícil. Si me equivoco podrás terminar con cuernos y cola de cabra.

Tom lo miró serio, tratando de notar una pizca de broma en su expresión, al no encontrarla simplemente se acomodó mejor en su lugar y selló sus labios. No quería tener partes de animal en su cuerpo. Ni loco.

Un ligero susurro empezó a recorrer el lugar a medida que la magia empezaba a inundar el ambiente. El ojiazul cerró los ojos concentrándose en sentir la magia de Harry rodearlo hasta que, después de unos minutos de oír los extrañas palabras, los volvió a abrir, justo al mismo momento que el metamorfomago terminó de recitar lo que estuviera recitando.

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