Novena parte.

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Los jóvenes corrían de un lado a otro con euforia. La alegría se podía palmear con facilidad dentro del tren y, aun así, a Harry y a Tom no les alegraba el hecho de separarse, mirando al contrario en completo silencio, adorando los ojos ajenos.

—No me quiero ir —murmuró el menor frunciendo el ceño—, no si no estarás a mi lado.

—Sólo será una semana, prometo ir por ti a la mansión Markov.

—Eso está en Bulgaria, Tom —comentó sentándose al lado del nombrado para luego recargar su cabeza en el firme, pero suave, hombro—. Tú viven en Londres.

—¿Desde cuándo nos ha importado la distancia?

—¡Desde el momento que pasamos once años separados! —gritó el menor con dramatismo— ¿Y si tu mamá te cambia a otra escuela? ¿Y si me meten a Durmstrang? ¿O si mamá...?

—No va a pasar nada, Harry. Sabes que iría hasta el mismo infierno para estar a tu lado.

Leander sonrió ante lo dicho y besó la mejilla del pelinegro, disfrutando el pequeño momento que compartía con el mayor. Las vacaciones iban a ser lo peor de todo el año, más contando que sus padres los querían siempre con ellos.

Harry se estiró suavemente y se acostó en las piernas del mayor, mirándole directamente a los ojos, sonriendo con cariño cuando Tom le miró con alegría.

—Eres adorable —declaró el ojiazul acariciando la mejilla del pelimorado—, jodidamente adorable.

—Todas las vidas me dices eso.

—Y tú nunca cambias —susurró agachándose levemente hacia la cara ajena, detallando cada uno de los lugares de ésta—, siempre eres tan lindo y tierno, aún con todo lo que has pasado.

—No es mucho —contestó sonriendo, levantando su mano y acariciando la mejilla de Tom—, hay cosas peores.

—¿Cómo perder a Adara?

—Como perderte a ti —aclaró sonriendo.

Tom miró los ojos esmeraldas con ternura, antes de acariciar el labio del menor con una mezcla de melancolía y adoración, estaba dispuesto a acercarse un poco más al contrario cuando, de un momento a otro, el pelimorado saltó emocionado.

—¡Papá me dio esto! —gritó mostrando su mano, enseñando un hermoso anillo plateado con las reliquias de la muerte grabado en una piedra negra. Eliot ya había visto el anillo, mas nunca llegó a preguntar— Cuando cumplí once Misk llegó a mi habitación y me dijo que él se lo había dado para mí...

—¿Y...?

—Y le comentó que era un orgullo para él —susurró mirando sus manos con un pequeño sonrojo en sus mejillas— Es la primera vez que me lo dice...

Eliot sonrió y negó con la cabeza ante la espontaneidad de su pequeño amigo. Acarició su cabeza con cariño, acomodando el despeinado cabello.

—Yo también estoy orgulloso de ti —declaró—, y siempre lo estaré.

Leander sonrió de igual manera, su cabello convirtiéndose en un ligero todo rosado. Tom se dio cuenta que a Harry le quedaba bien cualquier color, era como si hubiera nacido para ser perfecto... y no dudaba que lo fuera.

♣ ♣ ♣ ♣

—No quiero entrar...

—Harry, debes entrar —comentó/ordenó el mayor poniendo los ojos en blanco.

—¿Y si le caigo tan mal como la primera vez que me vio?

—Yo estaré ahí asegurándome que no te mate —aseguró.

Vida renovada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora