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Nos miramos unas a otras, la familia Goychea y los demás zaharras del resto de los valles observan incrédulos.

Destrozada, sumida en el propio pozo de mi miseria, miro sentada en el viejo sillón de mi padre al resto. Tenemos que aceptar lo que nos proponen o buscar otras ancianas. Son muchas cosas las que han ocurrido en estas horas y decidimos entre todos dejar las ceremonias para más tarde, todo hay que prepararlo con mucho detalle y aunque el cuerpo de Agamenón debería ser unido a su tierra en Goyeneche junto al espíritu de su bosque. Como aportación por su lucha, sus padres han decidido dejar que su alma descanse junto a la madre tierra. Para que siempre vele por nosotros aquí, en Amboto.

Acepto que nada de esto es fácil, sin embargo, la llegada de mis amigas me alivia bastante. Están junto a mí, apoyadas en los reposabrazos. Aquellas ardientes marcas queman sobre nuestra piel. Aún siguen recientes, no sabemos cómo mitigar el dolor y no nos encontramos en nuestros cabales para desprestigiar este gran honor.

Las tres permanecemos juntas en este momento, observamos como las marcas han resurgido después de desaparecer hace un año ya. Y como una llamada del destino, decide que es el momento. Debemos de respetar las tradiciones que el destino y los elementos de la naturaleza nos brindan.

—Debemos responder.— murmura Aitana. Por su parte, Arantxa solo acaricia aquel tercer ojo que parece seguir los movimientos de la chica.

—Eso significa...—busco con la mirada a Asmodeo. Siento tristeza, cuando por fin algo de mi vida me permite sonreír, me lo arrebata sin previo aviso. Por ello, debia aceptar está segunda oportunidad.

—Renunciar a él, también. —habla por fin Arantxa.

—Nunca fue para mí, mi hilo rojo ya murio. No es justo.— me quejo.

—Para ninguna, pero si aceptamos... ya sabes que son las condiciones.—Contesta Aitana.

—Toda regla está para romperla.—Espeta Arantxa.

—No sabéis ninguna cuáles son las consecuencias. Yo, ya lo tengo claro. Tenéis que tomar una decisión. — Dice con molestia Aitana de nuevo.

—Acepto.—anuncia Arantxa. Yo miro con confusión a todas partes, sus rostros, el tatuaje, al rubio al fondo de la habitación.

—Necesito meditarlo chicas, todo... es demasiado para mí.—me levanto y salgo corriendo para salir fuera de la casa y adentrarme en la tranquilidad del bosque. Y es que, aunque por un momento se me pasará por la cabeza, y el ver el mismo rostro de Agamenón en Asmodeo. Reemplazarle por él, no sería una buena opción.

Entre las cuatro paredes de la habitación de mis padres, me refugio pensando que ellos están conmigo. Me hago un ovillo encima de su cama y dejo fluir mis emociones. Me ahogo en mi propia desesperación y me permito echarlo de menos hasta el cansancio. No volvería jamás a su lado, como voy a ser una moirak si pierdo mi entereza. Cuando creo que aquel dormitorio ya no me aporta nada más y decaigo aun en un mar de angustias más grande, salgo a los terrenos del castillo. Allí donde los animales campan libres y felices. Camino conectándome con la naturaleza, al llegar al lago me siento sobre una roca en la orilla y sonrió ante el repentino vuelo de un grupo de mariposas negras que pasa por encima de mi cabeza. Rio como una tonta, al sentir que por fin la madre naturaleza me acepta bajo su ala y podré descansar a su lado algún día.

Después suspiro, reflexionando los nuevos acontecimientos. Las lágrimas recorren mis mejillas, limpio mi rostro y más tarde la llamó para que conteste a mi reclamo.

—¡Madre! ¿Está junto a mí?

No me asusto cuando la tierra se mueve bajo mis pies y los árboles se agrandan a mi lado. Un porte grande y de tonos marrones y verdes comienza a tener forma más humana. De la naturaleza aparece la ama Lurra, quiero que responda cada pregunta que se me pase por la cabeza.

🦋PROYECTO HILOS ROJOS PARTE I🦋-[BORRADOR], (1) #karmaadwards2023 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora