🦋-49-🦋

23 8 7
                                    


Me encuentro sentada frente a las dos mujeres del valle rojo, ellas están con el semblante serio y no articulan ninguna palabra. Carraspeo un poco, las incitó a contarme qué hacemos aquí. Observo que la señora Goychea mantiene bajo sus manos unos papeles viejos.

—¿Van a decirme ya de que se trata?—reclamo.

—Sí, tenemos aquí las últimas voluntades de tus padres. Para que las leas cuando te encuentres mejor. —accedo, recojo los folios que la mujer me transfiere.

—Gracias. ¿Algo más?—pregunto mientras hojeo por encima los documentos.

—Ya está preparado todo para las ceremonias, puedes elegir la ropa para tu madre y me gustaría que fueras tú quien dijera unas palabras por Agamenón. —Suspira.—Eras su esposa, querida. Es tu cometido.—trago saliva. Antes de contestar, abro mucho los ojos al mismo tiempo que cojo aire.

—¿Y qué digo?— consigo contestar con la voz tomada, aguantando las ganas de sollozar. Coloco una de mis manos en un puño frente a mi rostro, doy pequeños mordiscos por la rabia. —¿Lo estúpida que fui? ¿Lo egoísta? O no mejor, que no hice nada por salvarle. Le dejé morir, Reyna. — al final explotó y las lágrimas se originan sino como un tsunami de emociones que desbordan. La angustia crece y no soy capaz de parar. Aquella mujer, sin guardarme rencor, se levanta. Consigue girar mi cuerpo y arroparme entre sus brazos para aliviar mi dolor.

—No vuelvas a decir eso, nadie supo manejar la situación y me incluyo en la ecuación. Luchaste con valentía y protegiste a los tuyos como mejor sabías. Ahora renuncias a tu felicidad, para asegurarte que otros lo son.—la mujer besa mi cabeza.—Eres una guerrera espiritual, tus padres desde donde están se sienten orgullosos, y mi hijo estoy seguro de que también.—juntas sollozamos y nos alentamos, para no caer más profundo en el agujero que nosotras mismas nos empeñamos en cavar.

—Puedo ver que amas a mi nieto. —comenta con regocijo la amona Anne. Me siento afortunada, por el apoyo de ambas y sus calmadas palabras. Notándome un poco mejor después de su contacto, después, me levanto para poder descansar en mi dormitorio.

Arropada hasta arriba, sin poder conciliar el sueño. Recuerdo entonces los momentos en el que Cercenus, me hacía compañía. Extraño demasiado su presencia y la pesadez con la que buscaba mi aceptación. Él se escudaba en que se sentía protegido conmigo, pero en realidad, era yo la que notaba su seguridad. De repente, necesito que el rubio pueda hacerme compañía. Ahora solo lo tengo a él.

¿Asmodeo? ¿Estás despierto?— Intento comunicarme con él, ya que es con el único que puedo comunicarme.

Nooo...— contesta con desgana.

¿Y por qué te oigo?—refuto.

Duérmete, sirena. Es tarde.— su tono es más cálido que el de esta tarde.

No puedo, ¿puedes venir conmigo?—le pido con algo de cansancio que se puede percibir en mi voz, añadiendo ese tono de súplica, como una niña caprichosa pidiendo un juguete nuevo. Me asqueo a mí misma.

¿Para qué?

No quiero dormir sola.

Díselo a Arsemus, déjame tranquilo.— cada vez que habla, intenta buscar otra solución.

¡No está, deja de pelear!— protesto.

Pues cuenta mariposas.

—Por favor.— ruego por última vez. Segundos después unos pasos se acercan por el pasillo, el golpeteo de algo sobre la puerta de mi habitación. Me avisa de que el rubio, al fin, hizo caso a mis plegarias. Provoca que me ría de manera jocosa.

🦋PROYECTO HILOS ROJOS PARTE I🦋-[BORRADOR], (1) #karmaadwards2023 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora