Capítulo 8

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A la mañana siguiente desperté sintiendo una extraña calidez en mi espalda por lo que abrí los ojos mientras trataba de sentarme, cosa que no pude porque un brazo me rodeaba la cintura.

Observé, lo poco que podía desde esa posición, la habitación de Alan antes de girarme para mirarle aún dormido.

No le estuve ni un minuto cuando su voz ronca de recién despierto me asustó.

-Me vas a desgastar la cara si no dejas de mirarme- dijo con una sonrisilla con los ojos aún cerrados, justo después me abrazó con más fuerza, pegándome más contra él.- ¿Qué pasa si no me levanto y te secuestro todo el día?

-Que tu jefe vendría a buscarte para llevarte de la oreja al trabajo.

-Dudo que alguien se atreva a arrastrar al vicepresidente de la oreja.- empezó a reír pero al darse cuenta de sus palabras paró en seco. Por fin abrió los ojos y se separó un poco de mi, mirándome.

-¿Cómo que vicepresidente?

-Eeemmm... Puede que haya dejado de ser editor hace unos años.

-¿Y entonces por qué trabajas conmigo?¿Por qué no me lo dijiste?

-Leí tu manuscrito, las pocas páginas que mandaste a la editorial, cuando Caterina lo hacía después de que te reuniste con ella. En un principio se iban a negar, no había nadie libre para ayudarte y te vi tan ilusionada al salir del despacho por primera vez, hablando por teléfono con alguien, compartiendo la noticia, que decidí hacerme cargo yo mismo.

-Me mentiste.

-Para hacerte feliz, ya, sin saber quién era, eras muy tímida y nunca te negabas a ningún cambio que cada vez que trataba de decirlo no sabía cómo para que no volviéramos al inicio de nuestra relación.

Le miré seriamente, sin saber cómo reaccionar.

-¿Algo más que me quieras decir?

-No sé, ¿hay algo qué quieras saber?

-¿Me escondes algo más?

-Mi padre es el jefazo, pero no nada más, a no ser que pienses que...- miró la hora de refilón y se levantó de repente, yo también la miré, las 10:30, Alan llegaba tarde a trabajar y yo debería estar en casa estudiando para la semana de exámenes que cada vez estaba más cerca.

-Si me dices dónde tienes lo necesario para hacer café no hago uno antes de irnos.

-Está todo en el cajón encima del fregadero, me ducho y te llevo a casa si quieres.

Asentí y me vestí con la ropa que tenía en la mochila y después me dirigí a la cocina ha hacer un café con leche para mí y un café solo para él.

Cuando llevaba bebiendo la mitad de lo que sería mi desayuno Alan llegó a la cocina con el pelo mojado, algunas gotas de agua le caían por la cara y se perdían debajo de la camisa, de la cual había dejado sin abrochar los dos primeros botones.

Se bebió el café de dos tragos y tras esperar a que yo terminase el mío nos fuimos en su coche hasta mi casa.

Por el camino me fue explicando cómo había terminado trabajando en el puesto que estaba, habiendo empezado como el chico de las fotocopias.

Aparcó justo frente a mi puerta y antes de que pudiera salir del coche me puso un mano en la mejilla haciendo que girase mi cara para verle.

-No vamos a poder reunirnos en un tiempo, mi padre se quiere reunir en persona con un autor extranjero y quiere que vaya, pero podemos hablar por videollamada.

-¿Y si no quiero?- y jugó con la carta vencedora, puso su cara de perrito al que acaban de abandonar y no pude negarle nada- Solo trata de no llamar cuando duermo.

Y antes de salir del coche y entrar en casa le di un pequeño beso que no se esperaba.

Dos Meses Juntos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora