Capítulo VIII

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Gruñendo, sostengo las sábanas con fuerza intentando levantarme de la cama, pero el dolor que emana de todo mi cuerpo y huesos es mayor

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Gruñendo, sostengo las sábanas con fuerza intentando levantarme de la cama, pero el dolor que emana de todo mi cuerpo y huesos es mayor. Ahora ni siquiera soy capaz de levantarme o moverme por mi cuenta, y el médico dice que estaré un tiempo en este estado debido a los golpes que recibí durante varios años, tengo muchas fracturas y necesitaré fisioterapias.

Esto no podría ser peor.

—Levantase con cuidado, joven Spencer.

Asiento dejando salir un jadeo por ese dolor en mi cuerpo, pero el doctor sostiene mis manos ayudándome a levantarme de esa cama. Sostengo sus brazos con mucha fuerza, recargándome en él, y de la misma manera en que me sostiene, evito caer al suelo.

—Me duele, doctor —recargo mi frente en su pecho aferrándome a su bata—. ¿Cuándo dejará de doler solo un poco?

—Despertaste de un coma de cuatro meses, tus articulaciones no estuvieron en movimiento durante ese tiempo e inevitablemente te dolerán los músculos —jadeo sentándome en la orilla de la cama—. En algunas radiografías descubrimos ciertos huesos rotos y tu columna está algo lastimada. Lo siento mucho, joven Spencer, pero en verdad necesitarás muchas fisioterapias para recuperarte por completo.

—¿Cómo pagaré eso? No tengo dinero, no sé dónde estoy, no conozco a las personas de este lugar y me está agobiando estar dentro de estos muros. Así que no sé cómo pagaré ese tratamiento, debería acostumbrarme a una vida de mierda como siempre y...

—Es mejor que no se estrese, eso no ayuda en nada.

—¡¿Qué voy a hacer?!

—No se preocupe por eso, no necesita hacerlo. En lo único en lo que debería preocuparse es en su recuperación completa y así no creerá que tiene una vida de mierda, empezará a disfrutarlo.

Suspiro bajando la mirada a mis piernas, que aún tenían algunos cortes, pero ahora son cicatrices y en verdad esperaba que sanaran en esos cuatro meses en los que estuve inconsciente. Mis heridas pasaron a ser cicatrices que tienen pesadillas en ellas y sueños rotos. Con solo verlas me vienen a la memoria los últimos tres años de mi vida. Todavía me duele el triple de lo que me dolieron entonces.

No comprendo cómo he terminado aquí, entiendo aún menos quiénes son estas personas y me resulta aún más confuso el hecho de que me hablen de una manera tan respetuosa, como «joven Spencer».

Eso me hacen sentir extraño y fuera de lugar.

¿Cómo me pide que no me preocupe? No tengo a nadie en este mundo y la única persona que era mi familia, probablemente piense que estoy muerto. Entonces, no entiendo esa desfachatada insinuación a no preocuparme por mi propia existencia.

—Ahora, por favor, intente levantarse...

—No puedo.

Él me agarra los brazos haciendo que los ponga sobre sus hombros, me baja de la cama haciendo que mis pies toques el frío piso. Sosteniéndome de sus antebrazos, logré dar unos pasos bajo mi propio peso, a pesar del espantoso dolor.

SelcouthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora