Capítulo IX

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La justicia es una palabra demasiado fuerte y lastimosamente no cumple con los estándares necesarios para cumplir con su cometido

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La justicia es una palabra demasiado fuerte y lastimosamente no cumple con los estándares necesarios para cumplir con su cometido. Si en algún momento las cosas me saliesen mal, todo «el peso de la ley» se vendría encima de mis hombros y probablemente me darán una cadena perpetua solo porque no pueden condenarme a muerte.

¿Eso me importa? No, no me importa en lo más mínimo.

A lo largo de mi vida hice muchas cosas malas de las cuales nunca me arrepentiré y si en algún momento me juzgan por eso, pues perfecto. En algún momento tiene que suceder, siempre estoy preparado. Ha sido así gracias a mi padre junto a sus malas decisiones y ahora enfrento las mías, pero sé que han sido mis formas de cuidarme manteniéndome vivo hasta este punto y hacia delante mis precauciones no se basan en mí, se basan en cuidarlo a él.

Proteger lo único que tiene mi atención.

Muevo el bolígrafo en mis manos extendiendo mis piernas debajo del escritorio, sin apartar la mirada del doctor que me explica detalladamente la situación de Noah porque quiero estar enterado de todo y cuáles serán los procedimientos siguientes para su completa recuperación.

Me aprieto la sien, suspirando con calma.

—Señor Danovan, hay que considerar que el joven Spencer podría necesitar una cirugía si no hay buenos resultados con la fisioterapia. Le haremos una segunda radiografía por si algo salió mal con la primera, siempre debemos considerar los errores.

Frunzo el ceño levantándome de mi asiento.

—¿Por qué deberíamos considerar los errores, Doctor?

Carraspea levantándose de la misma manera e intenta sostenerme la mirada justificando sus propias palabras.

—Señor, no digo que podría cobrarle la vida y que los errores son aceptables, pero en ocasiones esto puede suceder. Por eso le estoy haciendo saber lo que podría pasar y así tenga en cuenta las diferentes situaciones.

Cruzo los brazos recargándome en el escritorio, me inclino a su rostro esbozando una media sonrisa.

—Me gusta que me cuente todas las posibilidades porque sabe perfectamente que, tratándose de él, no consideraré ningún tipo de error. Lo comprende, ¿cierto?

—Señor Danovan, usted debe entender que hay muchas cosas que no están en mis manos —asiento con calma alzando la mirada hacia cualquier punto de mi oficina; más que todo, manteniéndome calmado—. Hay otra cosa que quiero comentarle respecto al joven Spencer.

Volteo a verlo.

—¿Qué sucede?

Suspira apretándose el puente de su nariz.

—Tengo un amigo que es uno de los mejores psiquiatras del país, puedo hablar con él para que lo atienda. Los acontecimientos pasados le han dejado unas graves secuelas mentales y hay que empezar a tratarlas de inmediato antes que sea más grave.

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