Capítulo IV

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A lo largo de los muchísimos años se ha tenido la fiel creencia que el mundo está dividido en dos partes fundamentales

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A lo largo de los muchísimos años se ha tenido la fiel creencia que el mundo está dividido en dos partes fundamentales. La bondad y la maldad. Lo correcto e incorrecto. La justicia e injusticia. Pero, sobre todo; los ángeles y demonios. A medida que los siglos siguen pasando las formas cambian y las creencias permanecen exactamente a años antes de Cristo. Las múltiples creencias afirman la mera existencia de la maldad pura y el bien divino.

Se afirma que el bien y el mal siempre se sostendrán de las manos, puesto que donde existe una bondad inconmensurable, también habrá una maldad dispuesta a satisfacer tus deseos más lascivos y oscuros. Entonces, a medida que evolucionamos nos damos cuenta que se vuelve cada vez más difícil distinguir entre lo bueno y lo malo. Aunque, pienso que no se trata de aprender a distinguirlos, se trata más de comprender que todos somos acreedores de bondad y maldad en partes iguales. Seria estúpido creer que una persona es puramente buena, mientras que otros son demonios con cuerpos humanos.

Hasta el alma más pura puede llegar a corromperse y el más temido demonio puede doblegarse ante la bondad o dulzura de un demonio. ¿Crees que un demonio necesita de un ángel o que un ángel necesita de su demonio personal? Pensando desde una perspectiva en el que debemos mantener un equilibrio en el universo, si se considera necesario. No pretenderás que un demonio desate el caos sin ese ángel con todas sus capacidades para detenerlo de las peores atrocidades.

Reiner Danovan, un demonio solitario que durante mucho tiempo estuvo encerrado en una jaula invisible para los ojos ordinarios e inquebrantable para sus propias manos. Estando demasiado joven tuvo que asumir responsabilidades, aquellas que sin titubear debía tomar y someterse a ese estilo de vida hasta que alguien acaba con su miseria matándolo. Desde que solo era un niño muchos supieron que en el momento que creciera, él se encargaría de levantar el miedo en todo aquel que lo mirara directo a los ojos: porque para la moralidad impuesta de los demás, no era normal que un niño tuviera sangre en sus manos y que aun así mantuviera una sonrisa en el rostro como si aquello fuera magnifico asegurando que el rojo sería su nuevo color favorito desde ese momento. Aquel niño disfrutaba del olor que desprendía la sangre, le parecía fascinante su textura y, sobre todo, el color del mismo bañando los rostros llenos de miedo.

Muy pronto supieron que estaba demasiado mal de la cabeza y muy a pesar de querer buscar una solución, solo incentivaron ese instinto salvaje.

Porque un humano incapaz de sentir remordimiento por el dolor ajeno era todo lo que se necesitaba para llegar a la consolidación más poderosa del nuevo imperio que estaba por surgir, del cual él sería el futuro gobernante.

Aquel pequeño creció de una manera inminente convirtiéndose en un hombre que a su pasar hacia que las cabezas se agacharan y los cuerpos temblaran de miedo ante una mirada fija. Había riqueza, poder y miedo; pero eso era tan banal para alguien como Reiner Danovan que solo buscaba un poco de emoción en su monótona vida. Solo necesitaba algo que lo llenara de nuevo para que se sintiera vivo y al no tenerlo, muy pronto se resignó a sus barrotes comprendiendo que esa era su realidad.

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