Segundo día.

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La cortina entre abierta de mi habitación dejaba ver pequeños rayos de la luz del sol, pero era un sol pobre, poco luminoso y se debía a la contaminación que había en la ciudad, era un alivio que las instalaciones de la universidad tuvieran un poco de color verde, al menos tendría contacto con la naturaleza.


Mi primer día no fue tan malo, descartando los comentarios de las personas por mis pequeños ojos chinos. Hice unos cuantos amigos, poco en realidad, sin contar a Samuel, que no lo volví a ver en todo el día y es que era obvio que no volvería a tratarlo, pues era una especie de "Señor bienvenida" como yo le llamo, a los que suelen ser los orientadores de la gente de nuevo ingreso.


Entré a la ducha, me puse una sudadera gris y un pantalón de mezclilla gris. Me desordené el pelo y tomé mis cosas.


-Hola Mónica.- Saludé a la de recepción, era guapa, delgada y se le adivinaban 20 años, si iba a tener una conversación todos los días tenía que ser cordial, ¿no?


-Hola Guillermo, ¿qué tal tu día?.


-Bien, todo tranquilo, ahora mismo voy a desayunar y de ahí voy a la universidad.


-Oh, ¿qué tal te fue ayer?, ¿alguna chica linda que te interesara?.


-Pues me fue bien, en lo que cabe de la palabra. Y no, ninguna chica con la que haya entablado una conversación.- Me puse algo rojo, pues recordé que con la única persona con la que entablé una conversación normal y que no tratara de España fue Samuel y no era precisamente una chica.


-Ya veo, pues suerte hoy, seguramente tus encantos españoles atraen a una que otra.


-Ya veremos.- Me despedí y me tomé un taxi.


Pasé a desayunar a un pequeño restaurante cerca de la universidad, para poder llegar a tiempo si es que me iba caminando.


Tomé asiento en una de las mesas que estaban cerca de las ventanas y pedí un plato de frutas y un jugo de naranja. Esperé a que llegara mi comida y me quedé observando a la gente que pasaba por aquella calle, en realidad eran muchas personas pero se lograba ver que no les costaba trabajo pasar por aquella angosta banqueta. Tenía 2 y media para llegar a la escuela así que iba bien de tiempo. Había gente mayor, gente adulta con trajes elegantes, jóvenes con skates en la mano y otros con sus manos entrelazadas con otra persona, incluso había niños pequeños acompañados de sus padres. El plano era hermoso, pero no tenía con quien protagonizar una imagen como esa o al menos compartirla.


La gente iba a paso rápido, o al menos eso alcanzaba a ver, pues igual todos tenían prisa y era normal ver a personas caminando así. Entre la gente alcancé a ver una silueta alta y con hombros anchos, acompañado de una pequeña mujer, delgada y con cabello castaño. Las dos siluetas se iban acercando y llegó el momento en los que pude diferenciar bien quien era. Ese cuerpo ya lo había visto antes, era... ¿Samuel?, ¿Qué hacía tan temprano yendo a la universidad?, y lo más importante, ¿Qué hacía con aquella chica?, eso a mi no me importaba, pero era algo menudita, no parecía muy su tipo, pero me da igual. Samuel y su... su... acompañante entraron al café y automáticamente me puse en alerta, como si jamás los hubiera visto y en ese momento agradecí a la despistada camarera de dejar la carta ahí, la tomé y simulé estarla leyendo. Recé a todos los ángeles y santos que me sabía para que Samuel no me notara ahí y se sentara en mi mesa junto con su... acompañante. Al parecer todos escucharon mis plegarias y ni se acercaron a dónde yo me encontraba, salieron y me pude descubrir la cara. Dios, ¿y así quería hacer amigos?. La camarera me trajo el plato de fruta y el jugo y los engullí con todo y todo. Pagué y salí del local. Sabía llegar a la universidad pues ya había pasado por esa calle el día anterior así que me encaminé y a los 15 minutos después de haber caminado llegué.

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