Química.

32 1 2
                                    

Bien, ya estaba en el colegio, era temprano y faltaban 20 para que iniciara mi clase. Recordé que la directora mencionó que tenía que tomar forzosamente un a clase extra escolar, pero no me llamaba mucho la atención ningún deporte, así que decidí inscribirme en el taller de natación pues yo había sido socorrista en España, tenía incluso mi certificado y tenía que sacarle provecho.

Ya que tuviera que ir a algún taller iría a inscribirme, no me iría mal, de eso estaba seguro.

Pasaron los 20 minutos y me dirigí al salón de Química, era mi primera clase de esa materia y aun no le vía el caso, pero daba igual, la próxima semana podría enfocarme en mi carrera, obviamente con mecatrónica no necesitaría mucho de química, pero tendría que tomar matemática, física y sociales, pero no costaban trabajo. Lo que aborrecía es que todo tenía que estar armado en armonía o simetría para que el robot saliera bien o cualquier cosa que sea construido pueda ser comprado, y desgraciadamente a mi la simetría no se me daba, necesitaba algo de ella en mi vida, pero por ahora estaba bien.


Bien, llegué tarde, por andar atrapado en mis pensamientos me equivoqué de pasillo y fui a otro lugar, cuando estaba apunto de entrar el profesor abrió la puerta.


-Llega tarde señor.


-Lo-lo siento profesor, pero no encontraba el salón.- Por despistado, dije entre mi.


-Profesor Gonzalez, y quiero que a la próxima clase llegue puntual. Ahí hay un asiento vacío, tome asiento por favor.


Cuando iba encaminado a tomar el lugar que el profesor me indicó, vi a una persona con la cabeza baja delante del lugar al que me iba a sentar, mi corazón se aceleró, ese cuerpo, ese cabello... ¿Samuel?


-Apresúrese, tengo que continuar la clase.- Dijo el profesor.


Sentí que los pocos metros que me separaban de aquel asiento eran infinitos, cuando llegué jalé la silla y me senté. Aquella cabeza se levantó. Por suerte solo fue para ver al maestro que ya empezaba a dar su pequeño sermón de las llegadas puntuales y a lo que esto conlleva.


Mis manos sudaban, mis pies no dejaba de moverse, ¿qué me estaba pasando?, ¿porqué estaba tan extrañamente nervioso? No entendía nada, se suponía que esto debió de haberse quedado en España. Y es que desde aquella confusión que había tenido con Gizelle mi cabeza no dejaba de pensar en eso. Me encontró con un chico, pero ni siquiera yo sabía lo que hacía, después de intentar explicarle algo que ni yo sabía como describir me terminó, estaba algo triste, pero no me puse mal, lo que me puso fatal fue el porqué, ¿acaso tenía alguna atracción por los hombres?. NO. Yo soy 100% hetero y eso te mata.


-Señor Díaz, ¿puede explicarme lo que acabo de decir acerca de cómo se transmiten las señales nerviosas?.- Joder, no había prestado atención desde que llegué, me cago en mis pensamientos, me cago en todo!


-Disculpe, ¿me puede repetir la pregunta?.- Nadie habló, y ese tipo de momentos lo odiaba, prefería las risas, eso decía que el profesor era buena gente.


-Por favor señor Díaz necesito que ponga su atención en mi.- Continúo con la clase.- ¿Alguien quiere contestar por Díaz?.- Samuel alzó la mano.- Señor de Luque, ¿puede decirnos cómo se transmiten?.

Siempre tuyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora