Nuestro inicio.

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El sol empezaba a sentirse en la habitación, pasando las delgadas cortinas que tenía. No sabía cuanto tiempo había dormido, lo que si sabía era que esa noche no había pasado frío.

Sentí que alguien se removía y se quejaba entre sueños.

Era Samuel acomodándose en la cama. ¿Cómo habíamos terminado aquí?.

Hice el intento de recordar todo lo que había pasado en la noche. Me sonrojé al instante. Me había quedado dormido en los brazos de Samuel en la sala y al no tener tanto espacio para los dos nos pasamos a mi habitación, ¿pero qué hacía Samuel ahí?

¡Ya recuerdo!

Él me había dicho que ya se iba a su departamento a dormir, pero yo no quería que se fuera así que le rogué que se quedara diciéndole que era demasiado tarde para que él fuera conduciendo con el sueño que tenía. Se había negado hasta que después de miles de suplicas cedió.

Me senté en la cama y observé todo, no había nada tirado, todo en su lugar y yo estaba debajo de las cobijas y Samuel arriba de ellas. No había intentado dormir conmigo, respetó mi espacio. 

-No quería que pensaras mal.- Dijo Samuel mientras se frotaba los ojos y se estiraba, dejando ver parte de su abdomen.

-Oh, ya veo.- Era tan cuidadoso en todos los sentidos. Como si tuviera miedo a quedar mal conmigo.

-¿Qué hora es?.- Dijo al fin poniéndose en la misma posición que yo.

-Las 7 en punto.

-Será mejor que nos arreglemos si queremos llegar a la primera hora.

-Pero no tienes ningún cambio.- No habíamos planeado nada así que él solo llevaba la ropa de ayer.

-¿Podrías prestarme algo de ropa?

-No sé si te quede, puedes escoger de aquel cajón.

Nos quemamos un rato más ahí sentados en la cama, hasta que por fin yo tuve la iniciativa y agarré mis cosas, una toalla y me metí a bañar. 

Pensaba que en cualquier momento Samuel entraría y haría cualquier cosa, así que intenté ducharme lo más rápido que podía. Me puse una loción, solo por si acaso y me terminé de bañar. Me puse el bóxer y me enredé la toalla en la cintura, nadie sabia que ráfaga de aire se podría cruzar por el cuarto y me tiraba la toalla de un jalón y quedaba expuesto como dios me trajo al mundo ante los ojos de Samuel y ese sería el fin de mi vida. Sería de lo más precavido en esto, si pudiera me engrapaba la toalla en la cintura y le ponía pegamento industrial, pero ahora solo tenía el recurso de atorarla.

Salí y busqué a Samuel con la mirada. No estaba en el cuarto. A lo lejos escuché la televisión de la sala, supuse que estaba ahí.

Entré a la habitación y me puse lo más sencillo  que tenía. Playera manga larga gris sin estampado, jeans y unos converse negros. Sin gorro ni nada. Me puse perfume y desodorante. Estaba listo, escuché como la regadera se abría y caía el agua. Me fui a la sala, para dejarle la habitación sola a Samuel, así como él hizo conmigo.

Estaba viendo una película regional mexicana, era en blanco y negro, todos con bigotes y altos vestuarios. Recordé que tenía una maleta sin desempacar, tenía toda la ropa recién comprada que tenía (incluyendo sensuales bóxers de rayas y puntos). Tal vez era tiempo de usar algo de ahí, tenía tiempo de cambiarme la playera ya que Samuel aún no me veía. 

Justo cuando iba por la maleta Samuel salió del baño.

JODER. HERMOSO. PRECIOSO. PERFECTO. ESCULTURAL.

Aún estaba mojado, su cabello, su cara y su pecho estaban mojados, solo estaba cubierto por esa toalla que le quedaba pequeña debido a su gran altura. Tenía mucha suerte de haber encontrado a alguien como él. Simplemente era perfecto.

Siempre tuyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora