Frankenthal, Alemania.
-¿Así que no puede pagarme, señor Sanders ?
Luis Sanders miró al hombre que estaba sentado al otro lado de la enorme mesa de roble y se pasó la lengua por los labios, nervioso. Tenia la boca seca debido al miedo, y las manos estaban empezando a temblar. Las cerró en puños, apretándolas para que no se diera cuenta de su estado.
Malcolm Howart no era una persona compasiva, y dirigía su casa de apuestas con una mano firme y dura, como si fuera un aristocrata medieval en su feudo particular.
-No.-susurró, no atreviéndose a mirar a esos ojos fríos como el hielo.
Malcolm suspiró como si aquella declaración supusiera una gran decepción para él, aunque la estaba esperando. Había hecho todo lo posible para fomentar la adicción de Luis a la ruleta, el veintiuno, el póquer y a cualquier otro juego de azar de los que se jugaba en su casino para llevarlo precisamente a esté punto. -Y sus negocios, ¿no puede pedir préstamos a los bancos atravez de ellos?- Sabía cuál iba a ser la respuesta, pero así y todo se
obligó a formularla. -No.- Luis aflanzó la negativa con un gesto desesperado de la cabeza - No van a prestarme ni un sólo euro porque todos mis negocios e incluso mí mansión están hipotecadas, así que nadie podrá ayudarme esta vez.Los bancos ya no estaban dispuestos a pagar sus deudas de juego seis meses atrás, se lo habían dejado bien claro y además todas sus propiedades estaban a punto de ser propiedad del estado.
-Entonces voy a tener que enviarlo a la cárcel. Dijo Malcolm tranquilamente.
Luis se estremeció. ¡No podia ir a la cárcel! Solo pensar en las condiciones inhumanas, en el
ambiente putrefacto, en la suciedad, y en mil cosas que le sucedían a los presos le puso la piel de gallina, además un hombre como él no podía estar en cancelado como si fuera un maleante.-Ha de haber otra solución, señor Malcolm - dijo con un hilo de voz-. Puede que... Y recapacitó y dijo ¿no habrá nada que yo tenga, que usted pueda querer?
Malcolm sonrió, satisfecho. Por fin estaban llegando a dónde él quería. Se miró las uñas, distraido, como si estuviese pensando en una contestación a esa pregunta cuando la conocía muy bien. Desde hacía dos años.
-Su hija - dijo al fin.
Luis lo miró, parpadeando con extrañeza y pregunto muy asombrado -¿Mi hija.?-Si - Afirmó Malcolm con contundencia, fijando la mirada en los ojos temblorosos de su interlocutor. - Su hija a cambio de sus pagarés. Quedará libre de deudas, pero su hija será mía. Mía en todos los aspectos.
Lo habia conseguido. Malcolm se permitió sonreir con satisfacción en cuanto un confundió Luis abandonó su despacho. Dos años, desde Diciembre del año dos mil; ese era el tiempo que se habia jurado que la señorita Jazmín Sanders le perteneceria. Las palabras que esa mocosa le habia dirigido aquél dia se habían clavado como un puñal en su pecho. «No se acerque a mi, señor Howart usted y sus negocios. Me repugna su sola presencia me molesta ¿Por qué no vuelve a los burdeles es allí su verdadero lugar y no aquí en una fiesta de jóvenes decentes en la cual porsupuesto usted no es bienvenido.Si, aquellas palabras las hubiera pronunciado un hombre, lo habría golpeado en ese mismo instante. Pero siendo ella una mujer, hubiera podido pasarlas por alto si, no hubiesen habido testigos, de todas esas cosas que ella le gritó y para sumarle más a la humillación estuvieron las risitas maliciosas de las amigas. Jazmin lo avergonzado e insultado como nunca antes nadie lo había hecho. Él solo quería un bailar con ella, nada más. El evidente desprecio hacia él y tratandole cómo poca cosa por la manera como sé ganaba la vida lo enfureció y más aún por venir de la intocable hija de un comerciante, le enervó la sangre y un odio feroz se enroscó en su corazón. En aquella época, recién cumplidos los treinta y ocho años, se había hecho la estúpida ilusión de encontrar una mujer decente con la que casarse, una esposa que le diese lo que jamás había tenido. Una familia. Había tenido que tirar de algunos hilos para ser invitado a las casas de sus clientes habituales, gente respetable que de noche acudían a su casino y perdían la respetabilidad en las mesas de juego y entre los muslos de sus putas. Incluso había empezado a considerar la idea de deshacerse de sus negocios para que su esposa no se sintiera avergonzada, y empezar a invertir en otros negocios más decentes. Pero aquella frase lo marcó, y supo que ninguna mujer lo aceptaría de buena gana, no sin recurrir al chantaje y la extorsión. Se juró que encontraría la manera de hacerla sentir en sus propias carnes qué era la humillación. Se vengaría, sin lugar a dudas. Le había llevado dos largos años tenerla en sus manos, porque estaba seguro que ya la tenía. Dos años palmeando las espaldas del señor Luis Sanders , el padre y bastante amante a los juegos de mesa de la prepotente Jazmín. Dos años endulzandole poco a poco, para que continuará en las mesas juego. Dos largos años haciéndose pasar por su amigo, perdonándole alguna que otra deuda, llenándole el vaso con el mejor whisky a cuenta de la casa... hasta que lo tuvo en sus manos. Entonces empezó a reclamarle algunas deudas. «Somos amigos, pero esto es un negocio,
Señor Sanders . Dígame - ¿Qué sería de mi negocio si lo mezclara con la amistad?». « Pagaré todo lo que te debo, no te preocupes». Y pagó. Una vez. E incluso dos . A la tercera ya le costó más, y tuvo que enseñarle al señor Sanders que la amistad estaba sobrevalorada; Y ordenó en todos sus casinos que no lo dejarán entrar hasta que no cancelara todas sus deudas. Pero el señor Sanders ya tenía la fiebre del juego en las venas, así que valiéndose de pretextos volvió dónde Howart con la promesa de cancelar hasta el último euro ese mismo mes.
Al terminar el mes las deudas volvieron a amontonarse, y llegaron al punto que había estado buscando. Ósea a la señorita Jazmín Sanders. Luis adoraba a su hija era su mayor tesoro y al contrario que a él, a ella no se le conocían vicios ni debilidades. Era una joven cristiana, decente, y orgullosa, que colaboraba con infinidad de obras de caridad, se mostraba amable con los menos favorecidos, acudía religiosamente a la iglesia cada domingo, y amadrinaba la escuela parroquial, ocupándose de recaudar fondos para que los niños pobres pudieran tener una educación. Por éste motivo cursaba el segundo semestre de licenciatura en básica primaria, su sueño era ser maestra y construir su propia escuela para darle educación gratuita a los niños de escasos recursos.
![](https://img.wattpad.com/cover/337332560-288-k458270.jpg)
ESTÁS LEYENDO
EL CHANTAJE
Short StoryJazmin Sanders, una jovencita de veinte años hija única de un comerciante Afroaleman. Jazmín es hermosa, orgullosa, decente y con valores cristianos. Los cuáles la hacen ser demasiado pudorosa. Ella se ve obligada a contraer matrimonio con un hombre...