Era curioso que justamente hayamos terminado en esta situación, mi amiga Tamara y yo fuimos a un viaje de excursión y nos asignaron la misma habitación. ¿Lo divertido? Nos tocó la habitación 69, nuestros demás compañeros enseguida empezaron a mofarse de eso, y aunque al principio fue inevitable reír ahora que se acercaba la noche yo no podía evitar ponerme algo nerviosa.
Tamara era la chica más linda del curso, éramos amigas desde que entramos a la escuela y yo había tenido un crush instantáneo con ella. Ahora tenerla toda para mí está noche, y con la simple idea de que algo pudiera pasar entre nosotras me hacía mojar las bragas. La noche cayó más rápido de lo que pensé y si bien otros compañeros bromearon acerca del número de nuestra habitación, ninguna presto necesaria atención, en especial yo que estaba tan malditamente nerviosa.
-Oye, Bella...- habló Tamara cuando la puerta de la habitación se cerró. - Voy a tomar una ducha, ¿Está bien?
-Si, anda. Yo me recostare un rato. - dije haciéndome la tonta en mi celular mientras me acostaba en la cama compartida.
Ella entro al cuarto de baño, escuché como el agua caía y no pude evitar imaginarla desnuda bañándose. Cómo el agua caería por su cuerpo, sus bonitas piernas y sus redondos pechos. Mordí mi labio y camine hacia la puerta del baño, está estaba entre abierta así que me asome un poco. Pude verla de espaldas mientras se aplicaba shampoo, la curva de su espalda y su trasero se veían bien de este ángulo.
Mi mano inconscientemente bajo hasta mi entre pierna y empecé a frotar sobre mis pantalones holgados, ella ahora pasaba el jabón por todo su cuerpo dando enfoque sobre sus pechos; mi mano entro dentro de mis pantalones y ahora me tocaba sobre mi húmeda ropa interior. Ella ya estaba apunto de terminar de bañarse, así que tuve que parar de tocarme y correr a la cama a pretender que no la había visto. Tamara salió con una toalla envolviendo su cuerpo y no pude despejar mi vista de ella.
–¿Todo bien?- preguntó con una sonrisa burlona al notar que la observaba. Asentí rápidamente y aparte mi mirada sonrojada hasta las orejas.
Ella se acercó hasta mi cama y se inclino sobre mi: –No creas que no note como me observabas mientras me bañaba– susurró en mi oreja y mordió mi lóbulo. Me aparte un poco y la mire con los ojos bien abiertos, balbuce buscando respuesta pero de mi boca no salía palabra. Ella río y se subió sobre mi quedando en mi regazo, se quitó la toalla quedando completamente desnuda encima mío.
–No te preocupes, no me molesta que me mires– mordió su labio. –Al contrario, me puso súper caliente...– se inclinó hacia mi y me besó. El beso fue duro y mojado, nuestros labios chocaban con dureza y la saliva corría por las comisuras. Su lengua exploraba mi boca, sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo y a quitar las prendas que traía puestas.
Procedí a acariciar su espalda y bajar hasta su trasero, dándole un fuerte apretón que la hizo gemir en mi boca. Su piel estaba húmeda, pero se sentía suave, una de mis manos fue a su nuca para juntarla más contra mi boca como fuera posible, la otra mano subió a uno de sus pechos y lo apretó. Nos separamos del fogozo beso por falta de aire y murmuró aún cerca mío:
–Creo que deberíamos hacerle honor al número de la habitación, ¿No crees?– preguntó juguetona mientras terminaba de sacarme la ropa, dejándome desnuda contra el colchón.
–S-si, hagamos eso– dije aún tratando de recuperar el aire después de aquel intenso beso, la volví a atraer hacia mi y la bese sensualmente. Le mordía los labios y chocaba su lengua con la mía en una pelea de dominación que ella terminó ganando.
Se separó de nuevo y cambio su posición, ahora su parte trasera estaba contra mi cara y su rostro se encontraba en medio de mis piernas. Me las abrió de par en par y sin dudarlo empezó a lamer mi húmedo coño de arriba hacia abajo. Gemí dejando caer mi cabeza hacia atrás, me apreté los pechos y moví mis caderas al compás de sus lenguetazos.
–Comeme el coño también, por algo estamos en esta posición– demandó Tamara contra mi vagina y volvió a su trabajo, está vez dándole énfasis a mi clítoris el cual chupo hasta dejarlo rojo.
La tomé del trasero y le abrí las nalgas, viendo lo mojada que estaba su entrada no me resistí y de una metí mi lengua en su agujero, ella tembló y gimió contra mi coño. Empecé a meter y sacar mi lengua de su interior, apretaba su culo y le daba nalgadas. Moví una de mis manos y acaricié su clítoris con mis dedos mientras seguía follando su entrada con mi lengua. Tamara gemía mientras seguía lamiendome, sus gemidos causaban vibraciones que me hacían estremecer.
–Si sigues así, me voy a correr– me avisó entre gemidos y lloriqueos. Sonreí para mí misma, reemplace mi lengua por dos de mis dedos y ahora la follaba con ellos de manera rápida y dura. Mi lengua ahora se encargaba de lamer su clítoris sin parar, sentía como su entrada apretaba mis dedos, quería que se corriera en mi cara.
Ella no se quedó atrás y empezó a follarme con la lengua, con sus dedos acariciaba mis labios y mi clítoris, mientras metía y sacaba su lengua sin control en mi coño. Estaba tan cerca, empuje mi caderas contra su cadera en busca de más placer. Tamara no duró mucho más porque en un momento se separó su cara de mi entrepierna y soltó un grito mientras se corría, manchando mis dedos y parte de mi boca con su escencia. Eso no la detuvo de darme placer ya que sus dedos seguían jugando con mi clítoris, cosa que hizo que en un par de segundo más me corriera, dejando salir mis fluidos que cayeron en mis muslos y las sábanas.
Ambas respiramos agitadamente, después de un momento ella se bajó de mi y se posicionó a mi lado. Me volvió a besar, está vez de manera más pausada pero aún con intensidad. Nos sonreímos y disfrutamos de otro par de rondas antes de caer rendidas en el sueño.