Me llamo Víctor y llevo casado con Silvia dos años, nos conocimos gracias a mi compañera de trabajo Sara, Silvia era su mejor amiga. La noche que nos presentó, Silvia estaba de bajón, a su novio le habían trasladado a otra ciudad y habían tenido que cortar la relación. Otra cosa de la que me entere esa noche fue que el novio de Silvia era el hermano mayor de Sara.
Sara no hablaba mucho de su hermano, lo único que supe de él es que no se llevaban muy bien. La belleza de Silvia me impacto, durante toda la noche no pare hasta que conseguí hacerla reír. Al final de la noche conseguí que me diera el número de teléfono, al principio quedábamos para ir al cine, cenar, ella lo estaba pasando mal y yo intentaba que durante las horas que pasaba conmigo desconectara de ese dolor que no la dejaba ser feliz.
Toni, novio de Sara y mi mejor amigo, siempre me decía que era un zoquete a la hora de ligar, por eso siempre terminaba siendo el mejor amigo de la chica y no el novio. Según él, mi estrategia era del todo nefasta, tal vez tuviera razón, pero lo que Silvia necesitada en ese momento no era un novio, sino un amigo. Si tenía que surgir algo entre los dos, el tiempo lo diría, porque en este mundo no hay nada más sabio que el tiempo.
Después de un año, Silvia y yo nos estábamos besando en la entrada de su piso. Yo estaba muy caliente, en el último año no había estado con otra mujer que no fuera Silvia. Su mirada me indico que si subía con ella a su casa, me comería vivo, así fue, Entro antes que yo, se quitó el vestido y lo colgó en uno de los percheros.
No llevaba ropa interior, la única prenda que llevaba eran unos zapatos que realzaban su figura. Entre en su casa cerrando la puerta y empecé a desnudarme torpemente, no era virgen, pero ante Silvia, que era una mujer de bandera y banda de música, lo parecía. Me fui quitando la ropa, hasta que llegue al salón donde Silvia me esperaba apoyada en el Sofá.
No tenía un cuerpo musculado, pero si un cuerpo muy definido con casi nada de grasa. En la empresa donde trabajábamos Sara y yo tenían un gimnasio y yo lo utilizaba para quitarme de encima la tensión que mi trabajo me creaba. Gracias a eso me mantenía en forma, Silvia se sentó en el sofá abriendo del todo sus piernas, tenía una visión privilegiada de su sexo. No me hice de rogar, acercando mi cara a él, empecé a usar mi lengua para proporcionarle placer.
Siempre se me dio bien el sexo oral y no tarde en que Silvia llegara a su orgasmo. Ahora le tocaba a ella, se agachó y cogiendo mi polla con su manita, me miro antes de metérsela en la boca. Esa mirada estaba cargada de deseo y casi hace que me corra, si yo era bueno en el sexo oral, Silvia ni os cuento. Tuve que hacer esfuerzos sobrehumanos para no correrme.
Viendo que no aguantaría mucho, se levantó y hurgando en su bolso, saco un condón que me lo puso con la boca, era la primera vez que me lo hacían y tengo que decir que fue muy excitante. Me cogió de la mano y me llevo a su habitación, apoyo sus manos sobre la cama, dejando su sexo expuesto. No me lo pensé dos veces, la penetré, estaba tan mojada que mi polla entro como un cuchillo caliente en mantequilla.
Silvia era una bestia en la cama, eso me quedo claro desde el primer momento, jamás había estado con una mujer así. Echaba su culo para atrás para que la penetración fuera más profunda, hasta que se hizo con el mando. Me tumbo en la cama, empezó a cabalgarme de una forma salvaje. Sus pechos botaban, mientras sus movimientos de cadera eran más rápidos y fuertes. Justo pude aguantar hasta que ella tuvo su primer orgasmo, después no pude aguantar más y me corrí yo.
Fue el mejor sexo de mi vida, pero algo me decía que el de Silvia no, aunque lo disimulaba bien, no podía ocultar del todo esa pequeña decepción. También tenía la sensación de que se había contenido conmigo, tendría que ponerme las pilas para el futuro.
Pasados unos minutos Silvia volvió a ser la misma y terminamos hablando de lo bien que lo habíamos pasado en aquella noche. No soy un hombre inseguro, mucho menos en el sexo, porque siempre hay margen de mejora, creo que eso fue lo que convenció a Silvia, las siguientes veces me esforcé para poder conseguir seguirle el ritmo, poco a poco lo conseguí o eso creía yo.