Llevamos una vida muy simple, hasta aburrida, diría yo, en el sexo no tengo comparación porque Juan ha sido mi único hombre, pero sé que nuestra intimidad también es aburrida, él se me sube y al rato acaba, pocas veces he sentido un orgasmo, muchas veces me tengo que masturbar para quedar satisfecha, pero todo cambió el día de nuestro aniversario, me llevó a cenar a un restaurante muy bonito y luego de la cena, ya en nuestra casa, mi hermana y su esposo nos tenían una sorpresa, nos llevaron mariachis y ahí empezó mi transformación sexual.
Resulta que ninguno de los dos bebemos, pero mi hermana y mi cuñado sí son de tomarse los traguitos, ellos llevaron bebidas espirituosas y Juan que no tiene carácter para decir que no, bebió más de la cuenta, yo no quise beber alcohol, así que tenía todos mis sentidos en orden, le reclamé a mi cuñado por haber emborrachado a mi marido, el caso es que se fueron y yo molesta me metí a bañar, cual sería mi sorpresa que atrás de mí venía Juan, se reía por todo, estaba como loquito, para mí era extraño porque nunca lo había visto así y lo que más me sorprendió fue que me puso de rodillas a la fuerza, nunca se había comportado así, yo sabía que era lo que quería, pero estaba como salido, me dijo: Mamita, mámame la verga. Jamás me había hablado de esa manera y no sé por qué, me gustó que lo hiciera. Así, putita, chúpame los huevos también, que rico mamas, cabrona. Yo chupaba como becerrita hambrienta, me gustaba que me dijera putita, que me pidiera que le chupara los testículos, este Juan me calentaba, el otro nunca decía nada, pero este parecía diferente, sentía como si tuviera dos maridos.
Luego de secarnos me llevó a la cama, me acostó boca arriba y me abrió las piernas: Que rica panochita tienes, pendeja... que rica... la tienes bien mojadita. Casi nunca me hacía sexo oral, pero sentí tan rico que acabé en su boca. Que ricos saben tus juguitos, zorrita... te voy a coger muy rico... ¿Quieres que te meta la verga? -Sí- Pero, pídemelo, perrita. -Quiero que me metas el pene- Dime: "Quiero que me metas la verga". -Me da vergüenza, nunca nos hablamos mientras lo hacemos- Eso era antes, ahora quiero que seas mi putita. Yo estaba muy caliente por todo lo que me decía, pero no podía decir todas esas cosas que me pedía, me gustaba más que él me las dijera. Chúpame la verga, perra... así... que rico... eres una buena mamadora... métete toda mi verga en la boca... así, putita, que te llegue hasta la garganta. Yo hacía todo lo que me pedía. Hoy te voy a coger por el culo por primera vez, pendeja. -Hago todo lo que quieras, pero eso no, por favor- ¿Pero sí me vas a dejar que te meta un dedo? -Nunca lo has hecho, pero creo que un dedito si lo aguanto- Te voy a dar la cogida de tu vida. Yo sentía que me palpitaba la vagina, nunca había estado tan excitada, ya quería que me la metiera.
Como cosa rara, me puso en cuatro, casi siempre él se montaba en mí y me daba hasta venirse, así que esta posición era nueva para mí. Que rico culo tienes, perrita... te voy a meter toda la verga en esa panochita mojada que tienes... que rica estás... tienes la cuca bien caliente, putita... mueve el culo, mi reina... eso, así... que ricas nalgas... prepara ese hoyito que te voy a meter un dedo. -Pero échame saliva por lo menos... ¡Ay!... despacito... huy... me duele un poquito- Aguanta, cabrona... ya te tragaste todo mi dedo... vas a sentir rico el día que te meta la verga por ese culo tragón. Este Juan me traía loca ¿En dónde habrá aprendido a decir tantas groserías? Me gustaba que me dijera putita, zorrita, perra, hasta me gustó cuando me dijo cabrona y pendeja, sentía rico que le gustara mi ano, mi vagina, ya había tenido un orgasmo y estaba a punto de tener otro, mientras me la metía y su dedo profanaba mi ano, también me tocaba el clítoris y me amasaba los senos, él empezó a gritar y yo movía el trasero y nos vinimos los dos al mismo tiempo, ese fue el mejor sexo de mi vida, fue grosero, pero muy rico.
Al día siguiente volvimos a nuestra rutina aburrida, ninguno de los dos se atrevió a hablar de esa noche tan rica, Juan volvía a subirse en mí, me daba hasta que acababa y yo a masturbarme al baño, una noche hasta compré una botella de brandy para ver si se emborrachaba otra vez y me daba rico como en la noche de nuestro aniversario, pero no quiso tomar porque me dijo que al día siguiente no se había acordado de nada, fue muy decepcionante para mí, pero no me quedó más que conformarme con el mal sexo que me daba, lo que hice fue que empecé a leer relatos eróticos y a ver videos pornográficos, eso me ayudaba para que mis orgasmos fueran más intensos, pensaba que quizás hubiera sido mejor que no conociera al Juan borracho, así no hubiera sabido lo rico que puede ser el sexo y no lo estuviera deseando tanto. Así pasaba nuestra vida, yo no veía de que manera pudiera haber cambios, ¿Tendría que conformarme a ser infeliz en el sexo? Pero como dice la canción "LA VIDA TE DA SORPRESAS"