Perdón que te hable así, Ana, pero invité a almorzar a Juan, se tomó unos traguitos y me contó que anoche tú le confesaste que yo te gustaba y que me querías mamar la verga. -Dile al pendejo de mi marido que no tiene por qué andar contando nuestras intimidades- Entonces ¿Es cierto? -No tengo por qué aguantar tus groserías- Y le colgué, indignada ¿Será que tendré que soportar la llamada de los otros dos tipejos? Afortunadamente pasó la tarde y nadie llamó, pero sí entro un mensaje a mi WhatsApp de un tal “Gitano”, la conversación iba así: Hola, Ana, tú no sabes quién soy, pero soy tu admirador, muchas veces he llegado a la papelera a admirarte y siempre procuro que no me atiendas tú, porque tengo temor a tu rechazo. -No sé si es una broma, Gitano, pero debes saber que soy casada y no es correcto que te hagas ilusiones conmigo- Sí lo sé, por eso temo tu rechazo, ¿Te puedo hacer una pregunta? -Si no es una grosería, hazla- ¿Eres feliz? -No te voy a contestar esa pregunta- La que calla otorga, eso quiere decir que no. -Si no me dices quién eres, ya no te contesto y te voy a bloquear- Y ya no me contestó, pero logró su objetivo, no lo bloqueé y consiguió captar mi atención, yo nunca había tenido un admirador anónimo y como estaba enojada con mi marido, le seguí la corriente; a las siete de la noche, llegó Juan, cayéndose de borracho y lo acompañaba Julián, quien no venía tan bolo y me miraba con ojos de lujuria, una cosa en sentirse deseada, pero este viejo verde mi miraba de una manera tan sucia que me asqueaba. Pasa adelante, Julián, estás en tu casa. -Gracias, Juan, pero no me gustaría molestar a tu mujer- Mi mujer, también es tu mujer, si vieras todas las cosas que me dijo anoche, tú le gustas y quiere coger contigo.
Yo los dejé hablando solos y me fui a mi cuarto, pero oía todo lo que hablaban: -Pues no parece que quiera nada conmigo, yo creo que está encabronada- Así son todas las viejas, al principio dicen que no, pero después te abren las piernas. -Y ¿A ti te gustaría ver cómo me cojo a tu mujer?- Sí, yo creo que soy cornudo de closet, como me dijo un amigo, porque bueno y sano, no me atrevo a decir ni a hacer estas cosas. -Pero tu esposa no parece estar dispuesta- Lo que pasa es que la agarramos desprevenida, déjame que le de su calentadita y otro día te la tengo lista para que le des una buena cogida, ya vas a ver que… -¡Juan!... ¡Juan!... ¿Te dormiste?... ¡Ana! ¡Ven, por favor!- ¿Qué pasa? -Juan se durmió, es que está bebiendo desde el medio día- Ayúdame a llevarlo a mi cama.
Eso hicimos y al dejarlo acostado, acompañé a Julián a la puerta: -Discúlpame, Ana, ¿Puedo hablar contigo antes de irme?- No tengo por qué escuchar más vulgaridades. -Te prometo que seré respetuoso, solo quiero explicarte el por qué de mi llamada- No necesitas explicarme nada. -Claro que sí, fui un patán y no acostumbro a comportarme así… yo nunca había visto a Juan borracho, es otro: divertido, pícaro y sobre todo le gusta presumirte, bueno, todo lo que hablamos anoche él mismo te lo contó, pero hoy al medio día, se me ocurrió invitarlo a almorzar y ya borracho, él mismo me dijo que te llamara y te dijera lo que te dije, perdóname, yo realmente creí que estabas interesada en mí- Y ¿Tú crees que esa es la forma de conquistar a una mujer? -No, claro que no, pero Juan me insistía que a ti te gustaba que te hablaran de esa forma- ¿Por qué invitaste a almorzar a Juan? -Pues la verdad… porque tú me gustas mucho- Y pensaste, emborracho a este cabrón y luego me cojo a su mujer, pues te advierto que eso nunca va a pasar.
-Yo pensaba doblarle el sueldo y si tú me regalas tus favores hasta podría nombrarlo jefe- ¡¿Me estás pidiendo que me prostituya?! -No, ¿Por qué todo lo malinterpretas? Te estoy diciendo que tu marido puede ser jefe… que si yo te gusto y tú me gustas y Juan está de acuerdo, pues…- Cállate, es posible que a Juan se le olvide todo al día siguiente, pero a mí no, yo sería incapaz de serle infiel, eso lo dice solo cuando está borracho. -Pero ya te diste cuenta que se recuerda de todo cuando está bolo- Sí ¿Y qué hay con eso? -Bueno, no me lo tomes a mal, pero tú eres una mujer muy bonita y pensé que si los dos nos gustamos…- No insistas, Julián, anda a decirle esas cosas a tu mujer. -Las cosas con mi mujer cada vez van peor, además se dejó engordar hasta volverse obesa, en cambio tú…- Yo soy joven y delgadita y por eso debo ser tu puta, pues no, señor y gracias por emborrachar a mi marido y la próxima vez no te molestes en traerlo a mi casa, hasta nunca, jefe.