Carlos es mi mejor amigo. Nos conocimos en la universidad y desde entonces nuestra amistad ha ido en aumento con el paso de los años. Él tiene 26 años, ojos azules, pelo cortito, un poco menos moreno que yo de piel y tiene un muy buen físico. Disfruta mucho cuidándose y eso se nota en su cuerpo bien trabajado y marcado. Me preguntó que hacía en ese momento y si me apetecía que nos viéramos y tomáramos algo. Le contesté que por supuesto, pero que prefería en casa porque estaba bastante cansado del trabajo y no me apetecía cambiarme de ropa.
Unos veinte minutos después estaba llamando al telefonillo. Le abrí y nos saludamos con choque de manos y un abrazo afectuoso y rápido. Pasamos al salón y le traje una cerveza para que me acompañara. Yo ya me estaba tomando mi segunda. Nos sentamos en el sofá y empezamos a ponernos al día. Era una conversación como otras tantas que habíamos tenido en mi casa. Hablamos de lo típico: el curro, el gimnasio, las amistades…y de repente suena de nuevo el telefonillo. Me pillo un poco por sorpresa. No esperaba ninguna visita en ese momento.
-Era el repartidor. No recordaba que estaba esperando un pedido…- le comentaba a Carlos cuando regresé al salón y me senté de nuevo en el sofá.
-¿A estas horas de la tarde y todavía entregan pedidos?- se preguntaba él, dando otro trago a su cerveza.
-Para que veas…no paran los pobres…
Había dejado el paquete a mi lado y veía que Carlos lo miraba, a mi parecer, con cierta dosis de curiosidad por conocer el contenido de lo que había comprado, y que no le decía.
-¿Y no piensas abrirlo?- me preguntaba mi amigo.
-Luego lo abro, no tengo prisa. Así seguimos charlando tranquilamente…
- Yo lo digo para que veas si te ha llegado en buen estado, es solo un momento abrirlo y por mí no hay problema…
- Es ropa, no creo que haya llegado muy perjudicada – le decía al tiempo que sonreía.
- No será ropa muy grande por el tamaño de la caja- decía Carlos riéndose.
Me reía también con él y le daba un trago a mi cerveza. Me daba un tanto de apuro decirle lo que había pedido exactamente, y no llegaba a entender el porqué. Nos conocíamos en prácticamente todos los aspectos y habíamos vivido muchísimas cosas juntos. Decidí decírselo ya que le veía muy interesado, y no había mayor inconveniente en que mi mejor amigo lo supiera.
-Son unos calzoncillos lo que he pedido.
-Ah, genial. ¿Para eso tanto misterio, tío? Anda, abre el paquete y les echas un vistazo.
Cogí unas tijeras y abrí el paquete con facilidad. Carlos se había reclinado hacia delante, señal clara de que quería estar atento a las prendas que iba a sacar. Fui sacando los tres calzoncillos y comprobaba que la talla fuera la correcta. Los miraba por si hubiera algún defecto en las costuras y tocaba el tacto de la tela. Me llevó muy poco tiempo revisarlos. Los dejé a un lado de la mesa y me volví a sentar al lado de Carlos.
-¿Y qué? ¿Están bien?
- Sí, no hay nada mal y no se han equivocado en la talla.
-Fenomenal, deberías de probártelos para ver si son cómodos…
No me esperaba para nada esa petición. Me chocó un poco lo que me acababa de decir, pero no quería que él lo notase.
-Da igual, ya me los probaré…
-¿No me digas que te da vergüenza? Pero si nos hemos visto más de una vez en los vestuarios del gimnasio…
- Ya, pero esto es diferente, no sé…- no sabía muy bien que podía argumentar para evadirle de su idea de modelar en gayumbos delante suya.