Se acercaba el puente de mayo y mientras estábamos cenando los dos matrimonios un sábado en la noche a Teresa y a Jorge se les ocurrió que podíamos alquilar una casa con piscina y pasar allí el puente tomando el sol y bañándonos. A mi esposa le encantó la idea y enseguida les dimos el ok. Cuando se lo contamos cada uno a nuestras hijas les hizo mucha ilusión a las dos. Ponerse morenitas en mayo y pasar un finde juntas en su habitación les apeteció y enseguida se apuntaron. A los padres nos encantó que vinieran y así nos ahorrábamos las preocupaciones de dejarlas en casa solas. Todos disfrutaríamos y todos estaríamos juntos.
Esa noche en casa mi esposa Isabel me comentó que Teresa le había confesado que solía hacer topless y que su hija también lo practicaba. Isabel me estaba intentando convencer de que ella no iba a ser menos y que quizás Alba nuestra hija también querría hacerlo. La verdad es que no me preocupó demasiado el tema. Además, mi esposa picarona me dijo: "Así podrás apreciar y disfrutar de verle el pecho a Teresa que ya te he pillado varias veces mirándole el escote". Yo la sonreí amorosamente y le dije: "Y tú podrás deleitar a Jorge con esos pechos tan preciosos que tienes amor mío, seguro que le van a encantar. Y no te digo con los de Alba que ha salido a ti en eso, mi amor". Mi esposa me miró con cara de lujuria y sólo me dijo: "Ven a la cama y fóllame bien follada". Cosa que no tardé en estar haciendo.
Llegó el puente de mayo, Jorge y Teresa habían conseguido un chalet de lujo en una zona de playa. Según nos contaron y pudimos ver en el portal de alquileres era una maravilla. Amplio, luminoso, con terraza y con una piscina en el jardín de ensueño. Salimos las dos familias cada una en su vehículo y tardamos en llegar cuatro horas, parando antes a comer en el camino. Nuestras esposas iban radiantes de felicidad y de hermosura. Vestían minifaldas veraniegas que dejaban asomar sus preciosas piernas y sus cuidados pies. Nuestras hijas imitaban a sus madres y las dos llevaban falditas muy cortas que dejaban vislumbrar sus estupendos y juveniles cuerpos. Cuando llegamos al chalet nos instalamos cada matrimonio en una habitación y las niñas lo hicieron en una compartida. A ellas a esa edad les gusta dormir juntas y se lo pasan genial con sus cosas. Llegamos sobre las 11 de la mañana y quedamos en vernos en la piscina a eso de las doce, una vez deshechas las maletas para darnos el primer baño. El clima acompañaba y teníamos un puente soleado y caluroso propio de primeros de mayo.
Nos dimos el primer chapuzón y al salir Teresa y Lola se despojaron de la parte de arriba del bikini para tenderse a tomar el sol. Sin pensarlo mi esposa Isabel, y Alba mi hija, hicieron lo mismo. La verdad que mi hija tenía unos pechos preciosos, de buen tamaño y coronados por unos pezones que me costaba trabajo no mirar. A Teresa, la esposa de Jorge se le marcaban sus labios vaginales en la braga del bikini y no tuvo reparo en abrir las piernas en la tumbona, lo que me estaba empezando a volver loco. Las dos nenas en tanguita con sus culitos al aire y mi esposa con una braga de bikini blanca que dejaba adivinar todo al estar mojada con el agua.
Jorge y yo disfrutábamos de estar allí con nuestras familias. Era un chalet aislado y muy discreto. A eso de la una de la tarde mi esposa se ofreció a entrar en la casa y preparar un piscolabis. Teresa se animó enseguida a ayudarla. Se marcharon las dos y nos quedamos en la piscina con las nenas. Yo no quitaba ojo con disimulo a las tetas de Lola. La verdad que la hija de Jorge esa una nena muy tetona y tenía la braguita del bikini metida por la rajita del chocho, lo cual me estaba aturdiendo. Sin querer pillé a Jorge mirando a mi hija supongo que ocurriéndole lo mismo que a mí, así que no le di demasiada importancia. Las madres tardaban mucho y ellas se ofrecieron a ayudarlas poniéndose de pie y marchándose juntas hacia la casa.
No le dimos importancia a que estaban tardando a no ser por que oímos un vaso caerse al suelo y romperse. Jorge y yo nos levantamos y fuimos corriendo hacia la casa. Al entrar algo golpeó mi cabeza y quedé aturdido en el suelo. Cuando pude recobrar la visión un hombre estaba pegándole a Jorge puñetazos en el estómago hasta que lo puso de rodillas. La situación me resultaba incomprensible y el pánico se apropió de mi cuerpo. Allí había tres hombres armados y Teresa e Isabel estaban amordazadas con cinta americana y sus manos esposadas con bridas a la espalda. Las nenas no estaban cosa que me asustó aún más. Yo intenté levantarme y sentí una patada en la cabeza que me devolvió al suelo. Alguien me levantó del suelo y me puso de pie esposándome las manos a la espalda y tapándome la boca con cinta. Me sentó en una silla y pude ver como a Jorge le hacían lo mismo que a mí.