Christian pasó una muy mala noche, cuando su mamá fue a su habitación ya había despertado, pero no quería salir, después de mucha insistencia finalmente le contó lo que había pasado, Miranda tampoco lo podía creer, pero logró convencerla de que tenía que salir de la habitación, afortunadamente Azucena no estaba y sus tíos habían ido a buscar a Chepe para echarlo de la cabaña, Christian desayunó rápidamente y partió al campo, necesitaba mantener la mente ocupada para no pensar, Azucena necesitaba lo mismo y no fue con sus primas a llevarles el almuerzo. La jornada pasó muy rápido y el encuentro con su prima se hacía inevitable. Christian apenas había terminado de bañarse cuando tocaron a su puerta, Juan, su primo más pequeño le entregó una nota y se alejó corriendo. “Espero que hayas podido aclarar las cosas con tu prima, y si es así te espero mañana cuando terminen las clases para hablar de nosotras”
Nosotras, Christian suspiro ilusionada, aunque aún estaba muy confundida, había tratado de evitar a Azucena todo el día, pero finalmente la encontró en la caballeriza, quiso salir, pero Azucena la detuvo, le pidió ser escuchada y al verla a los ojos no pudo negarse.
Le platico cómo había empezado todo, cómo había terminado y de cómo Joaquín, el padre de Christian, había sido su eterno cómplice. Finalmente le exigió que no renunciara a lo que sentía por María Milagros si ella le correspondía, Christian intentó replicar, pero Azucena no se lo permitió.
“Voy a pedirle a mi papá que me mande a la capital”
“Azucena no tienes que hacerlo”
“Ya lo pensé mucho y no es solo por cómo me siento, quiero estudiar, además allá puedo ser más como quiero ser, por favor no te sientas mal”.
Se abrazaron fraternalmente mientras Christian con lágrimas en los ojos se disculpaba otra vez.
Al día siguiente Christian acudió a su cita con María Milagros, no hubo mucho que decir, más que lo que ambas sentían y deseaban, a la orilla del río sellaron su amor con un beso, deseando con el alma y corazón que todo resultara bien.
Una semana después Azucena partía a la capital, Christian la llevó a “Las Margaritas” para que tomara el autobús, se abrazaron y lloraron nuevamente emocionadas por tantos sentimientos encontrados y las nuevas experiencias que estaban por vivir, antes de partir le advirtió que tomara las cosas con calma con su nuevo romance, pero sobre todo que tuviera mucho cuidado con el padre de María Milagros.
Los días empezaron a pasar muy rápido y Christian olvidó la recomendación de Azucena, aunque a su mamá si le preocupaba, sus tíos que habían estado enterados de todo desde el principio, le habían contado cosas nada agradables de don Julián.
Las tardes que pasaban juntas eran tres por semana, cuando don Julián iba a la capital, aunque toda la familia de Christian conocía y apoyaba esa relación, no era lo mismo para María Milagros, ella tenía que guardar todo en secreto, pero a un par de meses eso parecía no importarle a Christian.
Había terminado y acondicionado la cabaña con ayuda de sus tíos y allí podían refugiarse para vivir su amor, Christian mantenía una felicidad a medias alimentada de esperanza e ilusión, mientras afuera la vida seguía su curso, El Rosario guardaba su secreto, celosamente y sin condición.
Casi cuatro meses después Christian apenas podía creer lo que escuchaba, la advertencia de Azucena resonó en su mente, María Milagros pedía tiempo para buscar una solución, pero para Christian parecía tan absurdo.
“Debo obedecer a mi padre, solo mientras encuentro una forma de convencer a ese muchacho de no aceptar el compromiso”.
“¿Y después?, ¿Seguirás fingiendo para convencer a todos los pretendientes que te encuentre tu padre?”.
“Christian por favor trata de entenderme, es contigo con quien quiero estar, solo necesito tiempo”.
Nada pudo hacer que María Milagros cambiara de opinión, no tenían el dinero para huir y Christian perdería todo si se marchaba antes de un año, aunque a ella no le importaba, era algo que María Milagros no se perdonaría.
Christian se refugió en la cabaña, no pudo evitar el llanto, la frustración e impotencia, su tío Lorenzo apareció de pronto con una botella de tequila y una guitarra, entre copas y notas las ideas comenzaron a surgir
“Deberías irte unos días a la capital”
“¿Y el testamento?”
“Será por obligaciones del rancho que yo te mandare a hacer”
Azucena la recibió feliz y emocionada, parecía haber superado la confusión por su prima y aunque solo fue por dos semanas, Christian pudo olvidar un poco, Azucena la escucho, aconsejo y apoyó en todo momento, como una verdadera amiga y hermana.

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Huir o morir
AdventureChristian y Maria Milagros están enamoradas, pero el padre de la segunda jamás aceptará esa relación, cuando ya no pueden amarse a escondidas en el pueblo la única opción es huir, pero sí sus planes son descubiertos el final más posible es la muerte...