CAPÍTULO XIII

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Después de un par de semanas se logró acordar que partirían durante los días que don Julián se iba a la capital, María Milagros había por fin convencido a su mamá y para evitar problemas mayores había dejado de ver a Christian, pero a una semana de realizarse todo, como lo había previsto don Lorenzo, chepe regreso a pedirle más dinero, se vió obligado a dárselo, pero le advirtió que no regresara otra vez, eso definitivamente no le pareció y busco otra opción para conseguir más dinero.
“Estas mintiendo maldito infeliz, mi hija no está loca, no te atrevas a decir esa estupidez otra vez”. “Yo siempre le he sido leal patrón, nunca dije nada de la campesina, pero necesito dinero pues”. “Cállate imbécil, si puedo confirmar lo que dices te voy a mandar a traer, pero si estás inventando cosas para sacarme dinero te juro que te vas a arrepentir, de lo que sabes mejor te olvidas de una vez, mi palabra vale mucho más que la de un miserable borracho”. Don Julián encolerizado entró a la habitación de María Milagros y encontró lo que buscaba, segura de no importarle a su padre ella no se había tomado la molestia de esconder su diario y algunas cartas que Christian le había escrito, como el hombre frío y manipulador que era prefirió disimular y pensar en una manera de acabar con la historia de su hija y Christian. Buscó a Guillermo para cuestionar su repentino desinterés por María Milagros y él le confirmó que había otra persona de la que ella parecía estar enamorada, su ira cobró más fuerza y acostumbrado a hacer su voluntad sin importar los medios, empezó a buscar ideas en su retorcida mente.
Christian solo salía del rancho para ir a trabajar con sus tíos, a la plaza con sus primos y su madre, pero no para buscar a María Milagros y después de casi un mes su desesperación aumentaba y la impaciencia la estaba matando, así que esa tarde cuando los niños le entregaron la nota de María Milagros y considerando que ella debía sentirse igual y estaban a punto de irse del pueblo, decidió aceptar encontrarse con ella en el río más tarde, don Julián repentinamente se había ido un par de días antes a la capital.
Apenas desmontó llamó a María Milagros, su ansiedad la hizo perder el control de todo, olvidó tomar las mínimas precauciones y dominada por el deseo de ver a la mujer dueña de su adoración no advirtió que había sido vigilada y perseguida durante todo el día, María Milagros apenas se asomaba detrás de aquel árbol mientras chepe corría tras Christian y sorpresivamente mientras le rodeaba el cuello con un brazo, con el otro le hundió un cuchillo en la espalda, Christian no pudo reaccionar mientras un agudo e insoportable dolor le atravesaba las costillas, cayó de rodillas ante la horrorizada mirada de María Milagros, llevo una de sus manos hacia la herida solo para confirmar con el caliente correr de la sangre lo que acababa de pasar, lanzó un profundo y angustioso suspiro antes de caer boca arriba sobre el suelo, María Milagros corrió hacia ella inmersa en desesperación y llanto, la respiración de Christian se hizo entrecortada y sus ojos se encontraron primero con el azul del cielo y después con el descompuesto rostro de su amada, chepe tomó a María Milagros de los cabellos para separarla y ante su resistencia la abofeteó, Christian abrió la boca, pero el “no” de sus labios apenas fue inteligible, gruesas lágrimas se desbordaron de sus ojos justo cuando chepe la arrastró por los pies y la echó al río, con las pocas fuerzas que le quedaban trato de mantenerse a flote mientras la fuerte y poderosa corriente la arrastraba rápidamente.
Cae la noche en el rosario y dos madres presas de un horrible presentimiento piden ayuda angustiadas y asustadas, los tíos de Christian y los trabajadores de María Milagros salen a buscarlas, la cabaña está vacía y la preocupación aumenta mientras se dirigen al río, los gritos de todos al llamarlas rompen el inmenso silencio de la oscura noche que cubre el campo, los ladridos de los perros y el relincho de los caballos enmudecen el chillar de los grillos, mientras el cielo se cubre de gigantes relámpagos y el aire se llena de furiosos truenos, ahí se encuentran los hombres y salta a la vista el cuerpo semidesnudo de una inconsciente mujer, a su costado un rastro de sangre que no proviene de ella, don Lorenzo echa mano de una manta para cubrirla antes de levantarla y entregárselas a sus trabajadores, ellos se marchan enseguida para entregarla en brazos de su afligida y sollozante madre, la búsqueda sigue a lo largo del rio y más adentro en el campo, pero nadie responde, la lluvia cae implacable en forma de un profundo llanto del mismo cielo, entrada la madrugada con cansados ojos y cuerpos temblorosos de frío regresan al rancho portadores de la peor de las noticias, Christian no está, desapareció y no responde al llanto y gritos desesperados que ansían una señal, que alimentan una esperanza. Miranda grita horrorizada, incrédula a lo que escucha, corre hacia la puerta buscando a su hija, un brazo la rodea de la cintura, ella se resiste y lucha tan desesperadamente que otros brazos se unen para controlarla, no hay palabras que puedan consolarla, no hay aliento que pueda evitar el inmenso e insoportable dolor que le atraviesa el corazón, que hace temblar todo su cuerpo y le nubla la mente, su llanto es desgarrador, las fuerzas la abandonan y entre gritos pierde la conciencia, para no perder también la razón.
María Milagros despertó exaltada y al recordar lo sucedido saltó de la cama, su madre la detiene angustiada, pero ella insiste en ir a ver a Christian, su madre no tiene más remedio que decirle la verdad y María Milagros se derrumba consternada y horrorizada, sus gritos y su llanto resuenan en toda la hacienda mientras su madre intenta consolarle sin éxito, se niega a escucharla y a creerle, arrebatadamente intenta marcharse, pero su madre se lo impide, por más que María Milagros le ruega y suplica no logra convencerla, su madre le pregunta qué sucedió porque la encontraron con la ropa rasgada a la orilla del río, con manchas de sangre en sus manos y su ropa, pero María Milagros no lo sabe y poco le importa, su único deseo es saber noticias de Christian, noticias buenas y no solo suposiciones.
Miranda vuelta loca insiste en hablar con María Milagros, sus cuñados poco pueden hacer para detenerla y se ven obligados a acompañarla, al llegar a la hacienda de don Julián le impidieron el paso, pero no deja de insistir hasta que Asunción sale a recibirlos. “Mi hija no recuerda nada y tampoco se encuentra bien, tal vez la violaron, entienda que no puede recibirlos”. “Lamento mucho por lo que está pasando, pero mi hija está desaparecida o peor aún, puede estar muerta, entienda usted mi dolor de madre y permítame hablar con su hija, lo poco o mucho que recuerde y nos diga nos puede ayudar o darnos una pista”. Asunción no puede seguir negándose y resignada les permite entrar. Al verse se abrazaron fuerte sin poder contener el llanto, esperanzada María Milagros pregunta por Christian, pero aún no tienen noticias de ella, la negación se hace presente nuevamente, el dolor y el llanto cobran fuerza, pero deben buscar fuerzas para poder encontrarla, María Milagros les cuenta hasta donde recuerda y nadie puede entender porque el infeliz de chepe lo había hecho. “Por favor no dejen de buscarla, tienen que encontrarla, ella tiene que estar bien, nos vamos a ir juntas de este desdichado lugar, ella no puede dejarme, no quiero perderla”. Vuelven a abrazarse antes de ser abruptamente interrumpidas, habían avisado a don Julián y regresó de inmediato al pueblo. “¿Qué carajo están haciendo ustedes aquí?, dejen en paz a mi hija, ninguno es bienvenido en mi casa, lárguense de aquí”. “Buenos días Julián, el asunto que tenemos es muy grave y por eso… “Déjate de tonterías Lorenzo, no me importan tus problemas y menos oír tus discursos, lárguense de una vez o los mandó echar”. Don Lorenzo haciendo un esfuerzo se tragó su coraje y convenció a todos de marcharse, María Milagros regresa rápidamente a su cuarto mientras su padre le grita e intenta seguirla, Asunción se interpone en su camino tratando de explicar por la difícil situación que ha pasado su hija, pero él la abofetea sin consideración. “No te atrevas otra vez a meterte así en mi camino, lo que le haya pasado a tu hija se lo buscó por desobedecerme, siempre le he prohibido andar en el monte, pero le gusta contradecirme, ahí están las consecuencias de sus insolencias”. Aún con el ardor mordiéndole la piel, Asunción trató de apelar a la razón. “¿Y si la violaron Julián?, solo te estoy pidiendo que seas un poco comprensivo y la dejes descansar”. La expresión de sorpresa saltó al rostro de aquel impertinente hombre por un momento. “No digas idioteces mujer, nadie se atrevería a meterse con lo que es de Julián Rivas”.
Así eran las cosas para él, no tenía amigos, ni familia, solo socios, negocios y propiedad, más que importarle el estado o el sufrimiento de su hija, le enfureció sentir herido su orgullo de hombre poderoso e intocable.

Huir o morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora