CAPÍTULO II

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Fue necesario más de un sí para que Christian pudiera convencer a su madre, al caer la noche se reunieron con toda la familia para por fin conocerse, todos vivían en la casa en un ambiente de sincera cordialidad, en todo contradictorio con los hermanos de su madre quienes solían ser exageradamente competitivos y ambiciosos. Su nueva gran familia eran el tío Lorenzo, esposo de Lourdes y padre de Azucena, Dolores y Lorenzo, el tío Saúl, esposo de Magdalena y padre de Carmelo y Marina, el tío Octavio, esposo de Mercedes y padre de Micaela y Juan, la amabilidad de todos era absoluta y contagiosa, finalmente se fueron a la cama con el cansancio pesando sobre los hombros, en sus sueños Christian revivió el encuentro en el río con aquella hermosa y misteriosa mujer y cuando despertó a la mañana siguiente una paz inundaba su mente y corazón como nunca antes, a pesar del intenso calor durante el día la noche se había sentido fresca y mejoró el sueño y ahora por la mañana el clima era muy agradable,  después de arreglarse salió de su cuarto y llegó hasta la cocina donde todos realizaban diversas tareas, desde los más pequeños con ayuda de su mamá desgranaban mazorcas, sus tías ponían la mesa y sus primas habían ido al molino, sus tíos ya se habían ido a trabajar al campo. "Buenos días" saludo para todos, como le había enseñado a hacerlo su padre, y así también le contestaron, enseguida se sentaron todos a desayunar, después las mujeres prepararon el almuerzo y los niños tuvieron permiso de jugar, Azucena y Dolores le llevarían el almuerzo a los tíos e invitaron a Christian a acompañarlas. Caminaron como por 30 minutos, el lugar era enorme, grandes terrenos con sembradíos de cacao, plátano y café, ahí trabajaban varios jóvenes con sus tíos, tenían vacas, puercos, caballos y gallinas, era algo tan pintoresco y armónico que hipnotizaba y enamoraba a la vez. "¿qué te parece todo Christian?", en pocas palabras Christian expresó lo maravilloso que le resultaba todo, “tu papá trabajó aquí también con mi papá y nosotros, le gustaba mucho la vida en el campo, pero le gusto más tu mamá", el comentario hizo reír a Christian y a todos los que alcanzaron a escucharlo, "¿tú crees que podrías acostumbrarte a vivir aquí?, nosotros podríamos enseñarte a trabajar", por un minuto Christian no supo qué contestar, pero finalmente sus labios pronunciaron un quizá dejando a su tío con cierta incertidumbre. En casa Christian le contó a su madre la propuesta del tío Lorenzo, su expresión le provocó duda, “¿tú qué piensas acerca de eso?”, Christian sonrió curiosamente mientras le contestaba que deberían pensarlo, Miranda le conocía perfectamente y sabía que Christian no era una persona de campo y difícilmente se adaptaría a una vida así, a menos que hubiera una razón demasiado fuerte y no precisamente financiera,  “Ahora no se trata solo del dinero ¿verdad?”, Christian fingió no saber a qué se refería su madre, “Soy tu madre y te conozco demasiado bien”, ante la insistencia Christian no tuvo más opción que confesar, mientras relataba su encuentro de la tarde anterior sus ojos tenían un raro destello y se le erizaba la piel al recordar a aquella joven, su madre terminó de escuchar incrédula,  "¿por qué de tantas cualidades que tenía tu padre, tenías que heredar su locura?”, después de eso vino un breve y acostumbrado sermón acerca de las desilusiones amorosas que Christian tomó como exagerado, finalmente solo le pidió a su madre que se tranquilizara y le tuviera un poco de confianza, esa misma tarde Christian regreso al río con la esperanza de encontrarse nuevamente con aquella joven, pero después de esperar por casi una hora ella simplemente no apareció, caminó de regreso a casa un tanto triste y buscando un poco de consuelo en que al ser este un pueblo tan pequeño en algún momento la volvería a ver. Sus pensamientos eran tan profundos que no advirtió a tiempo la presencia de aquel caballo y su jinete, "Oiga usted no es de aquí, ¿acaso se perdió?". Al levantar la vista pudo observar a un sujeto mal encarado, de aspecto sucio, desaliñado y poco confiable,  al que le contesto cortante, "sabe por aquí está muy solito y es peligroso, algo podría pasarle", el hombre visiblemente alcoholizado adelantó su caballo haciéndole retroceder, su mirada era fría y agresiva y justo cuando Christian se preparaba para lo peor, la voz del tío Lorenzo relajó la tensión, al verlo el sujeto lo saludó con respeto viendo fijamente la mano derecha del tío Lorenzo mientras esta sujetaba lo que parecía ser la cacha de una pistola fajada a la cintura, rápidamente Christian subió en ancas y se alejaron, “No te confíes en andar por el campo como si nada Christian, ese hombre de allá es Chepe y es famoso no por sus buenas acciones”. Al llegar a la casa sus primas ya esperaban a Christian para ir a la plazuela del pueblo que como cada fin de semana se ponía alegre. Aunque pequeña, la plazuela resultó ser aparte de alegre, pintoresca, había una banda de viento en el quiosco amenizando la tarde, en los pocos puestos de dulces y juegos se entretenían los más jóvenes y la gente mayor bailaba en el centro de aquel zocalito, no quedaban bancas libres para sentarse y las jardineras empezaban a llenarse, justo cuando se disponía a probar un dulce que Azucena le había dado, escuchó fuertes aplausos de los danzantes y al voltear hacia ellos su mirada destello emoción y alegría, la joven del río se había unido a la danza y al verla el corazón de Christian comenzó a latir con fuerza, sus miradas se cruzaron de pronto y la chica le regaló una hermosa sonrisa, Christian se perdió en aquellos movimientos que sin darse cuenta y ante la incrédula mirada de la joven llegó hasta ella y sus pies comenzaron a moverse al compás de la música. Su nombre era María Milagros y tenía 22 años, era maestra en la primaria y vivía en la “Finca Rivas", ahora Christian solo podía pensar en su siguiente paso para acercarse a ella y eso tardaría más de un par de días porque al siguiente regresarían a la Ciudad para hacer los arreglos necesarios por el año que estarían fuera.

Huir o morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora