CAPÍTULO 44: El nuevo trabajo

534 73 4
                                    

Han pasado varios días y Alexander y yo no hemos hablado. Estoy completamente alejada de él, cumpliendo obedientemente su voluntad, aunque me cueste en lo profundo de mi alma. Sé que debemos hablar, pero aún no me siento preparada; necesito dejar que pasen unos cuantos días más para poder tenerlo frente a mí sin querer arrojarme a sus brazos y pedirle que volvamos.

Para ser mi primera ruptura amorosa, creo que he sido bastante fuerte; ya no he vuelto a llorar desde ese día y todavía puedo reírme. Mi mejor amiga y Cristóbal me han ayudado mucho, acompañándome y haciendo que mis días sean más fáciles de llevar.

He visto que Alexander y el maestro Jack ahora se llevan mejor; parece ser que se han vuelto amigos y me alegra saber que él ya no está tan solo. Su nivel de madurez está muy por encima que el de la mayoría de alumnos y por eso nunca lo vi compartir el tiempo con nadie más que no fuera yo.

Siempre he creído que Jack y Alexander tienen cosas en común, son más o menos parecidos. Los dos tienen una faceta de seductores y encantadores que consiguen con una sola mirada que cualquier ser femenino andante moje sus bragas, además del semblante serio y esa personalidad aristocrática y reservada que los caracteriza. En fin, cualquier mujer desearía tener a un hombre como ellos y entiendo que la maestra Eva sea tan celosa; yo ahora no resisto como miran a Alexander, aunque él ni siquiera se percate de ello.

—¡Abril! —grita Rachel sacándome de mis pensamientos.

—Sí, dime Rach.

—¿En qué estabas pensando?, llevo un buen rato tratando de llamar tu atención.

—Lo siento, sabes cómo soy de despistada —me excuso—. ¿Te has fijado en que Alexander ahora pasa mucho tiempo con el maestro Jack?

—Sabía que él era la causa de que estuvieras volando por el espacio... —niega con la cabeza—. Si lo he notado, claramente resaltan entre los demás al ser los galanes de este lugar, y juntos, pues peor aún.

—Ahora siempre están juntos en los recesos.

—Sí. ¿Has visto como todas las mujeres de aquí no les quitan los ojos de encima?

—No me interesa saber quién se los está comiendo con la mirada, Rachel.

—Ah, peor si lo notaste.

—Obvio, no soy ciega.

Rachel tiene razón y la sangre empieza a hervirme.

—Es que no es una o dos, ¡son todas!, incluso las que caminan de la mano con sus novios, ven a ese par y casi se les salen los ojos de las cuencas.

—¡Ya te dije que no es de mi incumbencia! —voceo, completamente irritada. Los celos me están matando.

—No te pongas celosa, Abril; tu adorado Alexander aún parece no tener ojos para nadie más, aunque a ti tampoco te mire.

—¡Carajo Rach, basta!

Pero es verdad, ni siquiera a mí me mira...

—No te quejes, tú fuiste la que empezó el tema, ¿o acaso me equivoco?

—¡Ash, sí, lo reconozco, tienes razón! —admito escondiendo mi rostro entre las piernas—. Eso me cabrea.

—¿Qué exactamente?, ¿que las mujeres de aquí aprovechen que no están juntos para deleitar la vista con él, buscando llamar su atención?, o que a ti no te mire.

—Las dos cosas, Rach, las dos malditas cosas.

—Lo sé —suspira—. ¿Recuerdas cuando estábamos en el bachillerato? Christopher era el más guapo y todas las adolescentes sangronas lo perseguían.

El universo que inventamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora