CAPÍTULO 132: El estilista

294 41 0
                                    

Alexander

Son pasadas las cuatro de la mañana cuando me despierto justo luego de haber soñado con Abril.

Todavía tengo dos horas más para dormir, pero por mucho que lo intento no logro quedarme dormido nuevamente. Ella no sale de mi cabeza y el sueño se reproduce una y otra vez en mi mente.

Por más que trato de encontrar una explicación a esta situación, no la encuentro. Ya perdí la cuenta de las veces que he soñado con ella y en todos mis sueños la amo...

Lo más extraño es lo que siento cuando estoy inmerso en el sueño. Es algo completamente inexplicable para mí; una sensación de felicidad y enamoramiento extraordinaria; es como si volviera a ser el de antes y el Alexander que soy al despertar, empieza a extrañar al que soy en sueños.

Soy absolutamente consiente de que yo no podía soñar, al menos hasta dónde recuerdo, pero desde que me diagnosticaron con amnesia he estado soñando con ella.

Todo esto es tan extraño...

Lo que estoy viviendo es algo completamente nuevo para mí, aunque muy satisfactorio.

No puedo negar que cada vez que Abril aparece en mis sueños, despierto con una sonrisa en el rostro y con esa sensación de que cupido me flechó...

Shiro está acostado a mi lado, gozando de un sueño profundo, como siempre. Panqueque también está sobre mi cama durmiendo cerca de mis pies.

Es mejor distraer la mente en algo más, que atormentarme con la ansiedad de no saber las respuestas a todo lo que me pasa.

El peludo de tres colores despierta en cuanto me muevo y supongo que está mirándome, porque su pelo está despeinado y tan largo que le cubre los ojos casi completamente.

No entiendo por qué Abril no se lo ha cortado; le hace falta un buen corte de pelo. Si no arreglo eso, pronto va a quedarse bizco, o mucho peor, terminará estrellándose con todo y teniendo un accidente por no poder ver bien.

—Hola Panqueque —lo saludo acariciando su cabeza, retirando con cuidado el pelo de sus ojos en el proceso, pero este vuelve a caer sobre ellos, cubriéndolos.

—Tendré que arreglarte el pelo, pero dame un momento, primero pondré a preparar café.

Bajo al primer piso y él se queda obediente sobre la cama con Shiro.

Una vez dejo la cafetera en funcionamiento, subo por Panqueque y las tijeras.

Mi hijo perruno me sigue obediente y se sienta en el patio, justo dónde le señalo. Acomodo una pequeña butaca frente a él y lo miro dónde se supone que deben estar sus ojos.

—Quédate quieto, ¿de acuerdo?

Levanto los pelos que cuelgan en su frente y empiezo a cortar con cuidado.

Para mi sorpresa el cachorro no se mueve, facilitándome en gran medida la tarea; sin embargo, no soy muy buen estilista y a pesar de que empecé cortando el flequillo, terminé bajando por el cuello...

Ahora Panqueque es un Shitzu peludo de cuerpo y pelado de cabeza.

Se ve bastante gracioso y me río de mi propio desastre, aunque no deja de verse tierno.

Lo hubiera llevado a la peluquería, pero no quise esperar hasta volver del instituto y arriesgarme a que de pronto tuviera algún accidente, ya que no conoce el apartamento.

En casa de Abril, seguramente no se ha accidentado porque ya la conoce bien y puede andar a ciegas, pero mi hogar es nuevo para él.

Después de haber peinado a Panqueque para constatar que su pelo corto es uniforme, limpio el reguero de pelos y bajo a servir mi taza de café.

El universo que inventamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora