CAPÍTULO 7: Un ángel

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Me llevo la mano al pecho tratando de calmar los latidos de mi corazón mientras le dedico mi mejor mirada de agradecimiento y sus ojos me dicen que no hay nada que temer. Ahora sé que estoy a salvo, aunque el lío aún no ha terminado.

Los dos sujetos que quedan de pie dejan de prestarme atención para fijarse en Alexander y se precipitan hacia él, uno por cada lado. Casi puedo percibir sus intenciones de acorralarlo como a mí; sin embargo, antes de que pueda preocuparme, Alex reacciona tan rápido que terminan chocando entre ellos y cayendo de culo en el suelo.

Aprovechando la oportunidad, Alexander agarra a uno de ellos por el cuello de la camisa y le propina un puñetazo tan fuerte, que lo hace estampar contra el suelo. El último ni siquiera se atreve a desafiarlo y tomando a su compinche por el brazo, lo arrastra hacia el otro lado del callejón, mientras que el primero, apenas empieza a levantarse del suelo y algo atontado por el golpe, empieza a correr junto a los otros dos.

Los dos nos quedamos observando la huida hasta que no los vemos más y se forma un silencio incómodo entre nosotros.

Estoy tan asustada por lo que acaba de ocurrir que no soy capaz de pronunciar ni siquiera una palabra de agradecimiento, pero Alex nota enseguida mi estado cuando lo único que se escucha es el sonido de mi respiración agitada.

—¿Se encuentra bien? —pregunta.

—Sí.

—¿Le hicieron daño?

Mi corazón se acelera aún más cuando da un par de pasos hacia mí, acortando la distancia entre los dos.

—No.

Quisiera dejar de responder con monosílabas, pero ni siquiera sé que más podría decir.

Alexander parece preocupado y sus ojos me examinan de pies a cabeza; se acerca tanto que puedo sentir el calor de su cuerpo por la adrenalina. Acerca su mano a mi mentón para acariciarlo con delicadeza mientras me mira a los ojos.

—La noto muy asustada. —Me sujeta por la muñeca con cuidado y frota mi piel con su pulgar—. No se preocupe, el peligro ya pasó, estoy aquí.

Mis intentos de normalizar mi ritmo cardiaco se ven interrumpidos por esa mirada afectuosa que él me regala mientras la piel de su mano calienta la mía; seguramente mis latidos ya se habrían regulado de no ser por su extrema cercanía.

—Gracias.

Su infinita presencia y la calidez de su piel rozando la mía me hacen sentir esa misma paz que me transmite en sueños y ahora sé que estoy protegida a su lado.

—Debe tener más cuidado. —Lo miro a los ojos y noto la pequeña arruga que se empieza a formar en su frente—. ¿Por qué se le ocurrió andar por un callejón como este?

—Hubo un accidente en la calle principal, así que tuve que tomar un atajo.

—Pues debería fijarse más en los atajos que toma. —La arruga en su frente se hace más evidente.

Es notorio que está un poco molesto por mi imprudencia y tiene toda la razón; sin embargo, las circunstancias ayudaron a que él esté ahora aquí conmigo, así que no me arrepiento.

—Para serte sincera no me importaría tomar este mismo atajo todos los días, si tú vas a aparecer como un espíritu celeste para salvarme —sonrío dulcemente, pero él ni se inmuta.

Parece darse cuenta de que aún tiene sujetada mi muñeca y retira su mano enseguida.

—Vamos, la acompañaré hasta su casa. —Se da la vuelta y camina hacia la salida del callejón.

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