CAPÍTULO 11: Atrapados

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La puerta de metal ruge y el maestro Jack aparece seguido de...

«¡La calienta huevos!»

La maestra Eva cierra la puerta y le pone el seguro, mientras Jack la sujeta de la cintura y le besa el cuello. Ella no tarda en darse la vuelta e interceptar su boca, agarrándolo de la camisa mientras lo empuja hacia el sofá.

No puedo creer lo que veo y al parecer Alexander tampoco, ya que su mandíbula se aprieta.

Justo antes de caer sentado en el sofá, Jack le da la vuelta poniéndola de rodillas sobre este, de manera que ella le está dando la espalda; empieza a lamer su cuello y nuca mientras ella estruja sus propios pechos y jadea llena de deseo.

Alex y yo estamos metidos en la pared, literalmente, y solo nos separa de ellos el estante empotrado que por fortuna se encuentra lleno de libros que impiden que ellos nos vean, pero los pequeños espacios entre estos nos permiten observar claramente lo que está ocurriendo del otro lado.

Jack comienza a deslizar el cierre del vestido de la maestra por su espalda y cuando este llega hasta los glúteos, la hace levantar bruscamente y le da la vuelta, quedándose uno frente al otro. El vestido de Eva cae al suelo por sí solo y ella se queda en ropa interior; un insinuante conjunto de lencería color negro la delata como la planificadora de todo. El maestro ni siquiera se detiene a contemplar lo que ella preparó para él, sino que de inmediato comienza a desabrocharle el sostén, mientras lame la cima de sus pechos y ella le desabrocha el cinturón.

Todo pasa demasiado rápido ante nuestros ojos; sé lo que sigue a continuación y mi corazón se acelera aún más cuando siento la mirada de Alex sobre mí, pero mis ojos buscan los suyos en el mismo instante en que se gira hacia mí.

—No deberíamos ver —susurra y me giro yo también para quedarme frente a él.

—No podemos salir sin que se den cuenta.

—Sí, pero es inadecuado.

Guardo silencio por un momento sin encontrar una solución.

—¿Qué propones?

Estira su brazo derecho y apoya la palma en el muro a mis espaldas, haciendo que la distancia entre los dos se reduzca aún más.

—Primero quiero que respondas a mi pregunta.

«¡Oh Dios!»

¿Por qué me sale con esto ahora y qué se supone que debería responder?

—¿Qué pregunta?

¿Para qué fingir que lo olvidé?, igual no me voy a librar de esta...

—¿Qué es el amor para ti? —Estira el otro brazo y ahora sus dos palmas están pegadas al muro, una a cada lado de mis hombros. Estoy atrapada...

Sus ojos están fijos en los míos y separo los labios para responder con lo primero que se me ocurre:

—Tú deberías saberlo mejor que yo.

—¿Por qué?

—¡Ah! —Un gemido de Eva resuena en la habitación, pero no nos distrae; seguimos mirándonos el uno al otro.

—Porque tienes novia.

—¡Ah, Dios! —Un nuevo gemido femenino seguido del golpeteo de un trasero contra una pelvis.

—Ella no es mi novia.

—¡¡¡Oh, Jack!!!...

Quisiera acompañar a Eva en sus gritos... Podría jurar que al escuchar esa frase mi placer es incluso mayor al suyo, pero gritar ahora no sería apropiado, así que trato de controlar mi felicidad y disimular un poco, aunque seguramente el brillo de mis ojos me delate. Era lo único que deseaba oír.

El universo que inventamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora